La cárcel de la muerte

Por: Roberto Castelán Rueda (@CastelanRob)

El joven salió de su casa una mañana y se dirigió al templo del Refugio en Lagos de Moreno con la aparente intención de suicidarse lanzándose de una de las torres. La figura del joven encaramado en la orilla de la torre, pronto llamó la atención de transeúntes y feligreses quienes alertaron a los bomberos y a otras agencias de rescate.

La policía municipal hizo acto de presencia, también algunos agentes de tránsito que comenzaron a ordenar la circulación del caos vial formado por decenas de vehículos cuyos conductores querían observar detenidamente la escena.

A los pies de las torres, se reunió una gran cantidad de rescatistas de varias corporaciones quienes subían y bajaban en un vano intento por convencer al joven para que desistiera de su intención suicida.

En los jardines y calles aledañas al templo también se reunió una multitud exaltada, jocosa, dispuesta incluso a incitar, entre gritos y algunos insultos, al joven para que se decidiera a saltar o a bajar.

Parroquia de El Refugio, en Lagos de Moreno. Foto: Hoy es viernes santo

Las redes sociales, siempre dispuestas a mostrar lo más bajo y soez de los individuos, cumplieron con su función y se llenaron de improperios y discursos orientados por una falsa moral en contra del joven y sus familiares.

Lagos de Moreno mostraba el peor de sus rostros: deforme por la burla, el insulto, la falsa indignación de una sociedad inculta y desescolarizada. La mesa del espectáculo estaba puesta y no habría que desperdiciarla. La desesperación, la posible respuesta al absurdo de la vida estaba frente a sus ojos y se hacía necesario esperar el desenlace entre la ingesta de alimentos chatarras y algunas bebidas puestas a su disposición por los vendedores ambulantes que vieron la posibilidad, real, de hacer un buen negocio.

La vida del joven pasa a segundo plano. Los motivos de su decisión también. La sociedad del espectáculo no permite dudas existenciales ni éticas. El público, los consumidores, el mercado, deben marcharse satisfechos.

Después de vivir varias horas de angustia provocada por su decisión, por su indecisión y por su propio asombro, el joven decidió bajar. Lo esperaban los policías municipales quienes diligentemente, como se debe tratar a un delincuente, lo llevaron a los separos de la cárcel municipal.

Uno de los accesos a la carcel municipal de Lagos de Moreno. Foto: Especial

Nadie se acordó de hablarle a un médico. O a un psicólogo. Debemos suponer que lo normal en los pueblos mágicos de Jalisco es pensar que lo que menos necesita una persona que horas antes había decidido quitarse la vida, es atención médica especializada. Tal vez a nadie se le ocurrió preguntarle cómo se encontraba, o si quería beber un poco de agua.

Hasta ahora nadie sabe, al parecer ni los policías encargados del lugar, qué sucedió con el joven mientras estuvo en los separos. Lo único que se sabe es que horas después falleció.

Tal vez en los pueblos mágicos de Jalisco también se tenga la creencia de que las personas que ingresen a los separos acusados de intento de suicidio -¿sería esa la razón por la que se le condujo a la cárcel antes que a un hospital?- deben salir de ahí muertos, con la idea de cumplir con su voluntad inicial.

A la “prensa” laguense se le filtró una primicia: se suicidó comiendo raticida. Lo falso de la noticia no le restaba verosimilitud a los hechos: si buscan una explicación, pues ahí está.

Casas en Lagos de Moreno, uno de los "pueblos mágicos" de Jalisco. Foto: Especial

En Lagos de Moreno muchos jóvenes son asesinados. La explicación oficial es simple: “en algo andaban”, “fue un ajuste de cuentas”, y ya. Todo el mundo queda satisfecho. Nunca es necesaria una investigación.

En el caso de un joven que muere dentro de la cárcel municipal, la razón es más simple: “pues quería morirse ¿no?”. Para qué preguntar más, para qué complicarse la vida buscando una razón que aclare su muerte.

¿Y el dolor de la familia? ¿Y la necesidad de una aclaración pública? ¿Y el deslinde de responsabilidades? Tal vez en los pueblos mágicos de Jalisco se piense que la muerte de quienes mueren en los separos de la policía municipal, colindante pared con pared con las oficinas del presidente municipal, no requiere explicación de ningún tipo. ¿Para qué, si murió custodiado por la autoridad?