Miles Davis en tres actos

En esta entrega, nuestro amigo y colaborador Oscar «Oxama» Javier Martínez, músico itinerante, además de productor y conductor del programa radiofónico El Sexto Continente, que se transmite por la frecuencia 96.9 FM, en Oaxaca de Juárez, Oaxaca, evoca a un grande del Jazz de todos los tiempos, acaso el más grande de sus exponentes: Miles Davis.

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Por: Oscar Javier Martínez, «Oxama» (@sextocontinente).

Primer Acto

10 de marzo de 2017.- Sobre el escenario está una banda formada por músicos de distintas generaciones. A los veteranos, verdaderas leyendas del jazz como Wayne Shorter y Herbie Hancock le acompañan jóvenes estrellas como Esperanza Spalding, Robert Glasper o el mexicano Antonio Sánchez. Están tocando el tema «What’s wrong with that?», con tremendo swing.

Al frente del grupo, haciendo sonar una hermosa trompeta color sangre, cubierto el pabellón por una sordina Harmon, está una figura estilizada, el cabello abundante en corte afro, chaleco de piel y las manos cubiertas de anillos. Se trata de Miles Davis, sin duda, pero… algo no está bien. Miles murió hace veinticinco años y esta escena es contemporánea… claro, no se trata de un concierto real, es la escena final de la película Miles Ahead, estrenada en 2015, dirigida y protagonizada por el actor Don Cheadle.

La personificación es casi mimética y cierra por todo lo alto una historia centrada en los oscuros años en que Miles, el gran genio, el llamado «Picasso del jazz» se alejó de la música. Enganchado nuevamente a la droga, vivía como un proxeneta y casi no salía de su casa en Nueva York, convertida en un auténtico cuchitril. Corría la década de los 70, el sueño hippie había sido sepultado, la música era cada vez más industria y menos arte.

Pronto llegarían los años del voraz liberalismo de las políticas de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, desatando el descontento de los más desfavorecidos, quienes encontraron en el Punk una vía de escape al «No futuro».

Miles Davis volvió de su ostracismo para una vez más reinventarse, pero eso no está en la película. La historia que Cheadle nos acaba de contar antes de esta escena pinta una de las múltiples facetas de un hombre que supo siempre reinventarse y con él reinventar la música popular en Occidente.

Más que un artista de jazz, Miles se consideraba así mismo un artista social, comprometido. Por ello tiene mucho sentido que el chaleco que porta Miles/Cheadle en la escena final tenga como leyenda #socialmusic. Un hashtag que el trompetista hubiera compartido en sus redes sociales, aunque es poco probable que de haber vivido en esta época fuera usuario de ellas.

La gran virtud de la cinta de Don Cheadle es —además de la extraordinaria interpretación que hace el actor/director del trompetista— su apropiación del mito, su capacidad para adentrarse en la historia personal de un creador que siempre fue esquivo, un artista a quien le encantaba hablar pero que a la vez era sumamente celoso de su vida privada, y hacerlo a través de una historia bien contada y muy entretenida, sin aspavientos e incluso con cierto aire iconoclasta.

Segundo Acto

El filme de Don Cheadle cierra con la silueta del trompetista y su fecha de nacimiento, tras el guión al que sigue la fecha de su muerte, ésta queda en blanco. Y es así, Miles sigue vivo, vigente su obra y totalmente actual, contemporánea. Su impronta puede sentirse en el arte popular que inunda las calles, la música, la ropa, e incluso el pensamiento. Personaje de múltiples rostros, el nacido en Alton Illinois un 26 de mayo de 1926 es una figura que hasta los más alejados al mundo del Jazz reconocen.

Miles Davis comenzó su carrera profesional en los años 40 del siglo XX, siguiendo los pasos de Charlie Parker, el titán que revolucionó el género llevándolo a un nivel por entonces insospechado. Creciendo sobre los hombros de este gigante, Miles comprendió que para encontrar su propio camino debía asomarse hacia su interior, y dejar que su propia voz fluyera. Esa voz, que se volvería absolutamente reconocible con el paso de los años se fue construyendo con una férrea disciplina de introspección, que arrojó como resultado un sonido limpio, crepuscular, atravesado por cierta angustia existencial que conectó rápidamente con el zeitgeist de la época.

Un disco bastaría para adentrarnos en las profundidades del alma de este genio contemporáneo. Se trata del disco titulado Kind of Blue, grabado en dos sesiones que apenas si suman unas cuantas horas, entre marzo y abril de 1959. Con ese material, grabado por una banda que incluía a John Coltrane en el saxofón tenor, Julian Cannonball Adderley en el alto, Paul Chambers en el contrabajo, Jimmy Cobb en la batería y los pianistas Bill Evans y Wynton Kelly, Miles cambió la historia.

En su espléndido libro Kind of Blue, the making of the Miles Davis Masterpiece el periodista musical Ashley Kahn dice:

Kind of Blue es el disco más importante de su era, sin limitarnos al género del jazz, y todavía se considera como un monumento a la modernidad. (…) Tanto aficionados a la música clásica como rockeros empedernidos alaban su sutileza, su simplicidad y su profundidad emocional. Es un disco que se deja a los amigos, que se regala al novio o a la novia. Se han vendido millones de ejemplares del álbum.

Es el más vendido del catálogo de Miles Davis y el más vendido de todos los clásicos del jazz de la historia. (…) Kind of Blue es una obra que se perpetúa a sí misma y sigue ejerciendo su hechizo sobre una generación más joven, más acostumbrada a la estética del alto volumen y los ritmos frenéticos del rock y el rap.

Tercer Acto

Por supuesto, la mejor forma de conocer a un músico es a través de su obra, pero en el caso de Miles Davis, además de esa obra monumental está el personaje de múltiples rostros y una inteligencia casi sobrenatural, que supo situarse por encima de los prejuicios raciales de su época a través de la construcción consciente de una personalidad que frente al ojo público parecía complicada, a veces huraña, a veces francamente grosera.

Visionario y siempre adelantado a modas y tendencias, el trompetista jamás miró hacia el pasado, ni siquiera para recordar sus viejas glorias o hacer usufructo de ellas. Cuando le preguntaron por qué no grababa el segundo volumen de Kind of Blue contestó: «¿por qué debería hacerlo? ¿Acaso no estuvo bien hecho la primera vez?» Leer su autobiografía, escrita en colaboración con el periodista y editor Quincy Troupe es adentrarse en un viaje alucinante llevando como compañeros de viaje a algunas de las figuras más excéntricas y extraordinarias que dieron forma a la cultura popular de Occidente. Y por supuesto llevando como piloto y guía a Miles. Aquí una muestra:

Yo contaba con unas pocas damas blancas ricas que se preocupaban de que no me faltara dinero. Mi actividad principal durante aquellos cuatro o cinco años en que estuve apartado de la música fue tomar incluso unos quinientos dólares al día en cocaína y joder a todas las mujeres que conseguía llevarme a casa. También era adicto a las píldoras, como el Percodan y el Seconal, y bebía mucho, cerveza y coñac. A veces me inyectaba cocaína y heroína en la pierna; a eso se llama speedball y fue lo que mató a John Belushi.

No salía y cuando lo hacía era a los locales de Harlem donde continuaba haciendo lo mismo. Me convertí en una especie de ermitaño. La casa era un desastre, había ropa por todas partes, platos sucios, botellas de cerveza, basura. Las cucarachas vivían días de gloria. Tuve durante aquel periodo tantas mujeres que he perdido la pista de la mayoría y no recordaría ni sus nombres.

Si las encontrara por la calle probablemente no reconocería a casi ninguna. Me interesaba lo que ciertas personas llamarían perversiones, estar con más de una mujer. O contemplar como se excitaban entre sí. Disfrutaba con ello, no tengo por qué mentir.

Genio y visionario inabarcable, a Miles Davis hay que entrarle por donde se pueda. Una buena manera de hacerlo es a través de Kind of Blue, mientras se disfrutan las casi 600 páginas de su autobiografía, que se lee de un tirón, créanme.

El Segundo Gran Quinteto en vivo en 1967: Wayne Shorter, Herbie Hancock, Miles Davis, Ron Carter y Tony Williams.