Proceso Jalisco, el principio del fin

Por: Jorge Covarrubias (@vivalitos)

Despedirse de un sitio, una persona o un proyecto al que se quiere tanto no siempre resulta sencillo. La primera semana de agosto me enteré del cierre definitivo de Proceso Jalisco, el suplemento que fundó el periodista Felipe Cobián Rosales hace casi 13 años.

Aunque desde hace año y medio aproximadamente renuncié al mismo, la noticia me dejó perplejo. Mi salida no fue muy tersa y unos cuántos amigos se enteraron de los detalles. Un malentendido —que no propicié— hizo más áspero mi retiro. Guardé el presente escrito en el cajón durante unas semanas pues no me resultó nada fácil escribir de un proyecto que me abrió totalmente las puertas a la libertad de expresión, sin cortapisas, sin ambages, sin medias tintas.

Un buen amigo me dijo que la desaparición de Proceso Jalisco se asemeja a la de un muerto tendido en el suelo: los que le conocen van y le lloran, los curiosos se arriman a ver, y los que fueron sus enemigos hasta se dan el lujo de patearlo. Me lo comentó con el típico humor negro que le caracteriza, incluso en las desgracias, y no me pareció tan excesiva la comparación, pues hubo un sinfín de particulares, empresarios y servidores públicos que se sintieron agraviados con las publicaciones del semanario. Basta echar un vistazo a las redes sociales para comprobar que ningún personaje de la clase política lamentó el suceso.

Es innegable que la desaparición del suplemento representa un fuerte golpe para el periodismo crítico de Jalisco pues se anula el derecho de los ciudadanos a conocer otros enfoques de los acontecimientos sociales, económicos, políticos y culturales que ocurren en la región, y que en muchas de las ocasiones son plasmados en los medios de comunicación como si fueran plantillas de zapatos, o un copy paste de los boletines institucionales.

Justo esa semana en que la dirección nacional del semanario anunció el cierre de cortinas, hubo dos sucesos que cimbraron al estado: por una parte salió en libertad el presunto operador financiero del Cártel Jalisco Nueva Generación, Sergio Kurt Schmidt Sandoval, hombre de todas las confianzas del ex gobernador panista Emilio González Márquez, y a quien se le identifica plenamente como integrante de una banda de asaltantes que irrumpió en un banco de Lagos de Moreno en 1982, hecho consignado en los medios de comunicación como uno de los atracos más grandes en la historia de México.

Schmidt Sandoval tenía 23 años de edad en aquel entonces y figuraba como presidente de la sociedad de alumnos de la facultad de Administración Pública de la Universidad de Guadalajara, la misma fecha en que la Federación General de Estudiantes de Guadalajara (FEG) ejercía un rol protagónico en la vida pública de Jalisco, y no precisamente por su trabajo a favor de la educación, sino por su carácter violento y su composición gansteril.

El otro hecho indignante es el regreso al Poder Judicial del magistrado Leonel Sandoval, padre del gobernador Jorge Aristóteles, tras haber derrotado en tribunales a los diputados del Congreso del Estado que se habían negado a ratificarlo en su cargo —después de que el diario Mural diera a conocer el contenido de una cinta grabada en la que se le escucha movilizar a cuadros priistas para apoyar la campaña de Ricardo Villanueva en la elección a la alcaldía de Guadalajara del 2015—. Sólo algunos medios locales destacaron ambos sucesos de relevancia; otros los mencionaron superficialmente y la mayoría los ignoró por completo.

Asimismo es de destacarse que esa semana el periodista Pedro Mellado compareció en Ciudad Judicial para hacerle frente a una demanda por daño moral que interpuso en su contra uno de los diputados más abyectos que ha sufrido la población de Jalisco sin merecerlo. Me refiero al legislador con licencia del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), Enrique Aubry de Castro Palomino, conocido por sus desplantes violentos.

El periodista Pedro Mellado. Foto: Especial

Tampoco se me escapa la ofensiva del alcalde de Guadalajara, Enrique Alfaro Ramírez, en contra de los medios de comunicación que han cuestionado sus acciones de gobierno. Aunque debo decir que no es el único gobernante que es repelente a la crítica; el mandatario Aristóteles Sandoval también se ha especializado en callar voces, de manera más cautelosa, —pero no menos efectiva— utilizando para ello el reparto discrecional de recursos públicos.

Cabe añadir que en ese contexto, varios estudiantes que terminaron el bachillerato decidieron no apostarle a la carrera de periodismo y eso se reflejó en el último dictamen de ingreso a la Universidad de Guadalajara publicado en el mes de julio. Sólo siete estudiantes ingresaron a la carrera de Periodismo Digital en el Sistema de Universidad Virtual; 18 entraron a la Licenciatura en Periodismo en el Centro Universitario de la Ciénega, en el municipio de Ocotlán (cuando en la primera generación se habían inscrito más de 80) y 20 ingresaron a la recién abierta Licenciatura en Periodismo en el Centro Universitario de los Lagos (CULagos), municipio de Lagos de Moreno, (cuya apertura parece obedecer más a un capricho personal que a una verdadera evaluación de las necesidades del campo laboral en aquella región).

Meses antes del cierre de Proceso Jalisco, la crisis económica por la que atraviesan varios medios de comunicación le pegó a Mural del Grupo Reforma y hubo un recorte masivo en su nómina. Desapareció el tabloide Máspormás Gdl; el diario NTR despidió a una parte de su plantilla de reporteros, quienes advirtieron a través de un comunicado a la opinión pública de un presunto viraje en la línea editorial de acuerdo con los “convenios políticos y comerciales que se establecieran” por una intervención directa de Enrique Laviada Cicerol, quien es uno de sus ejecutivos; y en diciembre del 2015 el diario La Jornada anunció el rompimiento con sus filiales en Jalisco y Michoacán, ambas franquicias pertenecientes al ex periodista y empresario Juan Manuel Venegas Ramírez.

Edificio en el que se elaboraba el diario La Jornada Jalisco. Foto: Especial

Más de 100 empleados de ese rotativo —entre reporteros, maquiladores, y administrativos— se quedaron sin trabajo por los malos manejos financieros de su patrón y hasta la fecha no han podido cobrar sus liquidaciones. La Secretaría del Trabajo y Previsión Social a cargo entonces del actual presidente del PRI estatal, Héctor Pizano Ramos, simplemente se lavó las manos, y los que le han sucedido tampoco retomaron el caso.

Nosotros despedíamos a Felipe Cobián con esa sensación extraña de que algo no cuadraba en las intenciones de la dirección de Proceso para el futuro inmediato del suplemento Jalisco. Para algunos compañeros la repentina salida de Cobián era un signo inequívoco del cierre del mismo.

En el exterior sonaban rumores al respecto. El periodista Pedro Mellado lo advirtió durante una entrevista que le realizaron en un programa online que trasmitió el sitio web de noticias Proyecto Diez. En ese espacio el columnista del diario Mural afirmó que si Felipe dejaba la coordinación de Proceso Jalisco, era muy probable que la dirección nacional se viera tentada a cerrar el medio.

También la analista en medios de comunicación de la Universidad de Guadalajara, María Elena Hernández, expresó en su colaboración para el Canal 44 del lunes 14 de agosto, que el cierre del suplemento se perfilaba con el retiro de Cobián.

Una mañana del mes de octubre del 2015, Felipe nos comentó uno por uno a los integrantes del equipo que su despedida era inevitable, dando por terminada una trayectoria periodística de más de 40 años, totalmente intachable, incólume y resistente frente a todas las adversidades. Sólo él conoce el montón de vicisitudes por las que tuvo que pasar para ejercer el periodismo crítico —entre ellas la penuria económica— del que siempre fue un férreo defensor. Primero como corresponsal de ese Excélsior laureado que encabezó Julio Scherer García, al lado de un equipo extraordinario de intelectuales y caricaturistas, y posteriormente cuando fue despedido de Notisistema (conocido entonces como Inforjal) por develar las redes de corrupción que imperan en Jalisco.

Contrario a lo que pudiera pensarse el golpe anímico no lo derribó y fundó el Semanario Diez, junto con otros nueve reporteros de esa emisora que renunciaron por solidaridad, un gesto que en los tiempos actuales del periodismo podría considerarse una osadía. Transitó además como conductor de la barra vespertina de noticias en Radio Juventud (hoy 1070 Radio Noticias) y renunció cuando se topó con trabas para ejercer ese periodismo crítico que tanto le gusta. Su experiencia y testimonio no deberían simplemente tirarse al basurero del olvido.

Proceso Jalisco hizo su aparición en el 2004, poco después de un diplomado de investigación que impartió el periodista Gerardo Albarrán de Alba en la carrera de periodismo —que recién abría la Universidad de Guadalajara en el Centro Universitario de la Ciénega, municipio de Ocotlán— a iniciativa de Gabriel Torres Espinoza, quien en aquel entonces era rector del CUCIÉNEGA y actualmente funge como director del Canal 44 de la Universidad de Guadalajara.

Ex Integrantes de la revista Proceso, retratados en dibujo por el monero Qucho.

Algunos colegas cuentan que el funcionario vio la oportunidad de la apertura de Proceso Jalisco para incluir su pluma como columnista en el nuevo medio de comunicación, pero Felipe Cobián se opuso pues no quería comprometer el nuevo proyecto con el Grupo Universidad que encabeza el ex rector Raúl Padilla López, a quien cuestionó más de una centena de veces a través de sus textos por el uso indiscriminado de recursos públicos para sus propósitos personales.

En una de esas charlas de café que abundaban en la redacción recuerdo haberle escuchado una anécdota en la que comentó el interés del ahora cacique de la Universidad de Guadalajara por comprarle el rotativo, con la advertencia de que si se negaba, abriría su propio diario.

Lo contó con una simpleza tal, que me pareció inaudito el relato, pues pocas veces he escuchado de intervenciones directas del mandamás de la casa de estudios.

Nunca me enteré de los detalles de su decisión para jubilarse, pero sin duda le afectó profundamente el retiro de su columna Partidero, el espacio editorial en el que vertía su opinión, trascendidos y datos muy específicos que obtenía de primera mano. Ahí por ejemplo, reveló la clasificación de reporteros cómodos e incómodos que realizó el titular del Cuarto de Guerra del gobierno estatal, Alberto Lamas Flores, para su jefe inmediato, el gobernador Jorge Aristóteles Sandoval.

Alberto Lamas Flores. Foto: Especial

La última columna de Cobián que no vio la luz pública para el número 527 del suplemento, cuestionaba la sucesión del líder de la Iglesia de la Luz del Mundo, Samuel Joaquín Flores, quien falleció el 8 de diciembre del 2014.

Esa decisión de no publicarla corrió a cargo del coordinador de editores, Alejandro Pérez Utrera, un ejecutivo del que nos quedó la duda si comulgaba con dicha congregación o tenía familiares adeptos a ella, pues algunas veces se comentó que ese había sido el motivo de soberana censura.

Felipe aguantó el desaguisado, pero a nosotros nos pareció un monumental atropello cometido por la dirección de Proceso a su pluma. Algunos compañeros consideramos que nuestro coordinador de información también se merecía un mejor retiro. Quizá algún homenaje por parte de la empresa en la que estuvo casi 40 años. También la analista de medios, María Elena Hernández, solicitó a la dirección del semanario un reconocimiento más que sobrado, para quien es el decano de los periodistas en Jalisco.

El periodista Felpe Cobián. Foto: Especial

Pero a él nunca le gustaron los reflectores. Congruente con su estilo de vida, se fue de manera discreta. El coordinador de Proceso Jalisco se condujo siempre en forma austera. Para hacer rendir el pequeño presupuesto asignado a la oficina procuraba hacer los menos gastos posibles de la caja chica. Eso sí, nunca faltaba café y galletas que él gustosamente compartía. Llegaba a temprana hora y encendía solo las luces necesarias para trabajar con la finalidad de ahorrar en el consumo de la energía eléctrica. A veces me lo encontraba en penumbras, en esa oficina de paredes húmedas a la que en broma solíamos llamar la “baticueva”, porque se encontraba en el sótano de un edificio que se encuentra en avenida La Paz, a una cuadra de Chapultepec, frente a una funeraria.

La sala de redacción estaba compuesta por una mesa redonda para reuniones, un librero, dos cajoneras, tres escritorios (que más bien eran como tablones) y cuatro equipos de cómputo armados que, según me enteré, Felipe pagó de su bolsillo.

Cuando no escribía, lo encontraba leyendo algún libro o diversos diarios de los que retomaba algún tema para darle seguimiento y descubrir nuevas líneas de investigación. Allí permanecía hasta muy entrada la tarde, y en ocasiones lo atrapaba la noche. Conducía un viejo chevy que después cambió por otro vehículo más reciente, sin llegar a ser ostentoso. Escuché que era la primera vez en muchos años que cambiaba de marca y modelo de automóvil, pues no quería hacerlo porque le gustaba la eficiencia de su automotor.

El periodista Felipe Cobián. Foto: Especial

Descubrí además que es un aficionado al fútbol y durante el mundial de Brasil en el 2014 nos concedió la libertad de destapar unas cervezas en la oficina para ver los juegos de México y los partidos estelares de ese certamen deportivo.

Declinaba las invitaciones a desayunar o tomar un café — tan cotidianas en este oficio— que provenían de funcionarios de primer nivel, y si acudía por razones editoriales, él pagaba sus alimentos y el de los servidores. Tenía un lema que aplicaba al pie de la letra: “yo sólo desayuno con mis amigos”. Y quizá tenía razón, si no se toma una distancia adecuada, ese tipo de convites pueden resultar inútiles y ociosos para el periodismo.

La última vez que hice eso, tenía frente a mí al magistrado Leonel Sandoval Figueroa, después de haber hecho una publicación en la que un académico del Iteso cuestionaba la integridad del funcionario para continuar en el Supremo Tribunal de Justicia del Estado. Al padre del gobernador lo había exhibido el Grupo Reforma de conformar un movimiento proselitista para apoyar la candidatura de Ricardo Villanueva a la presidencia municipal de Guadalajara. El magistrado me entregó un pliego de documentos que supuestamente acreditan su inocencia, pero se negó a darme una declaración oficial. También me pidió de “favor” que no publicara nada. El tipo se veía nervioso, sin embargo su mirada me resultó rara y cómica a la vez, con esos lentes de fondo de botella que amplificaban su ojos.

Portada de Proceso Jalisco sobre Leonel Sandoval. Foto: Especial

Felipe Cobián desconfiaba también de los premios y reconocimientos. Solía decir que el mejor reconocimiento que puede tener un reportero es la publicación de su trabajo como una contribución social. En eso coincidía con el fundador de Proceso, Julio Scherer García, quien tardó once años en recibir el doctorado Honoris Causa por parte de la Universidad de Guadalajara, hasta que por insistencia del actual rector Tonatiuh Bravo Padilla, lo recibió el 28 de noviembre del 2005.

El fundador del semanario aprovechó esa distinción para visitar las oficinas del suplemento que durante sus primeros seis años se localizaron en un edificio de Avenida La Paz, junto a la parroquia de Nuestra Señora de la Paz. Un compañero relata que estando allí, Don Julio expresó que esa redacción le recordaba el inicio de Proceso.

Es por eso que Cobián siempre desdeñó el Premio Jalisco de Periodismo que nació a iniciativa de la Universidad de Guadalajara, un premio que con el paso del tiempo, hay que decirlo, se ha ido desdibujando al ser entregado en circunstancias poco claras y transparentes. El año en que nuestro jefe se jubiló, ese galardón fue otorgado en la categoría de trayectoria periodística al politólogo Javier Hurtado, un personaje afín al gobernador Jorge Aristóteles Sandoval Díaz, que ha desfilado ya en la función pública como director de Educación en el Ayuntamiento de Guadalajara y titular del Instituto de Estudios del Federalismo.

Para Felipe Cobián, ejercer una función pública y el periodismo al mismo tiempo es como tratar de mezclar el agua y el aceite; no hay compatibilidad. Fue por eso que en Proceso Jalisco nos dimos el lujo de cuestionar con total apertura a toda la clase política, sin importar partido o afinidad.

El periodista Felipe Cobián y el escritor Juan José Doñan. Foto: Especial

Si bien es cierto que Hurtado tiene una prolífica carrera como académico, no se le conoce trabajo periodístico alguno (más allá de una columna de opinión en el diario El Informador). Vale la pena recordar que al recibir la condecoración, el politólogo tuvo que defenderse de las críticas en el escenario.

La dirigencia de la Universidad de Guadalajara tampoco veía con agrado al coordinador de Proceso Jalisco, ni a sus textos, ni a su persona, y eso lo dejó muy en claro en un foro organizado por la casa de estudios, la ONU y la UNESCO, para celebrar el Día Mundial de la Libertad de Prensa en el 2012. La casa de estudios incluyó como ponente a Felipe Cobián en un panel denominado ‘Ética, libertad de expresión y periodismo de calidad’, a celebrarse en el Paraninfo Enrique Díaz de León, pero según recuerdo, nunca le llegó la invitación oficial.

El conferencista magistral de ese panel, el periodista colombiano Darío Restrepo, acudió a la redacción de Proceso Jalisco y conversó ampliamente con Cobián de distintos temas. Eso pareció convencerlo de asistir al evento.

El periodista Dario Restrepo en el Paraninfo de la UdeG. Al fondo, el periodista Felipe Cobián. Foto: Especial

Una vez conocida la noticia de su retiro, sólo esperábamos la comunicación oficial del director y una mañana en la que estábamos reunidos en la oficina sonó el teléfono. Era Don Rafael Castañeda, quien quería ofrecer unas palabras. Su mensaje de agradecimiento hacia con el titular del suplemento me pareció algo acartonado y desprovisto de alma, casi como un trámite burocrático.

En los días posteriores programamos un discreto convivio en la redacción con todos los colaboradores del suplemento para darle las gracias a Felipe. Fue una despedida austera en la que se sirvieron algunos tragos de tequila, vino tinto y cerveza. El jefe estaba relajado, como quien sabe que lo ha dado todo.

Nos acompañó también en la cena del décimo primer aniversario del suplemento para festejar un año más de su existencia, la cual se llevó a cabo en un restaurante cercano a la zona de Providencia. Sin embargo a diferencia de las anteriores celebraciones, esa ocasión percibí un ambiente enrarecido. Algunos compañeros teníamos claro que el rumbo del suplemento era incierto, y nos preocupaba la falta de acercamiento de los ejecutivos de la revista, no bastaba con que nos dijeran que había una crisis financiera.

Un compañero aprovechó una pausa para cuestionar a Don Rafael Castañeda por la abrupta salida de Felipe y la oficiosa cobertura que Proceso hizo en la Feria Internacional del Libro —a la que faltaba un día para su clausura—, una agenda muy convencional que comenzó con el homenaje póstumo que la Universidad de Guadalajara rindió a Julio Scherer. Pero lo que realmente molestó al director del semanario es que mi colega manifestara abiertamente que la salida de Felipe le representaba “el principio del fin” de Proceso Jalisco.

En lugar de admitir que a partir de ese instante, el suplemento vivía sus últimos días, Don Rafael mostró un rostro equiparable al de aquellos políticos que detestan la crítica y los cuestionamientos. Vociferó y rebanó el aire de un manotazo, sin responder apropiadamente. Cuando terminó su reprimenda hubo un silencio sepulcral en la mesa y nadie volvió a inquirir al de México.

Rafael Rodríguez Castañeda. Foto: Proceso

En esa cena Don Rafael ofreció su palabra de honor y se comprometió con viajar a Guadalajara para notificar personalmente el cierre del suplemento, si eso llegaba a ocurrir. Tal vez no quiso, no pudo, o no le dio la gana, pues me comentaron que se encontraba convaleciente de una enfermedad.

No era la primera vez que escuchaba la posibilidad de que el suplemento cerrara, el propio director de la revista solía bromear con eso. Para el décimo aniversario le escuché decir en un tono ácido que se prestaba a la confusión: “Diez es un buen número ¿no creen?”, nos dijo al equipo de reporteros.

Durante los cuatro años que estuve en el suplemento no observé que éste tuviera un margen de plena autonomía. Todo lo relativo a la edición se decidía en las oficinas centrales de México, y era frecuente que los editores instalados en la capital modificaran el sentido de una oración o una idea. No eran muy receptivos a las observaciones que nosotros les hacíamos.

“Yo sí, soy un defensor del periodismo de escritorio”, nos dijo el director en la cena del décimo primer aniversario. Pensé que quizás, esa es una de las razones por la que excelentes plumas se han ido del semanario nacional.

Aunque Proceso tenía entre sus filas a uno de los mejores cronistas que he leído, Don Rafael no admitía otro tipo de géneros periodísticos que no fuera el reportaje de datos duros. A ese cronista sólo lo leí en la página web, pero no en la revista impresa. Me da la impresión de que se casó con el fenómeno del narcotráfico y el escándalo político como única estrategia de ventas. En los últimos años la revista añadió a su oferta para los lectores, la entrega de fascículos especiales y las ediciones de libros abordando ese tema. Los fascículos han destacado por su contenido gráfico altamente violento.

Rafael Rodríguez Castañeda. Foto: Proceso

Aunque como reporteros trabajamos para la marca que se encuentra en el DF, nunca percibí el cobijo de la empresa, como si lo sintió Felipe, para quien Proceso fue su segunda casa durante casi 40 años. Y eso lo comprobé después de la abismal diferencia salarial que había entre un reportero de México y uno local. Mi ingreso a la empresa incluso fue algo áspero. Cuando recibí la invitación de Felipe Cobián para trabajar en Proceso, me sentí entusiasmado. ¿Quién no quiere trabajar en Proceso? Además mi relación con La Jornada Jalisco venía a pique, así que venía bien el cambio.

Un compañero me sugirió que aceptara la oferta, pues eso abriría mis posibilidades de trabajo a futuro (Por supuesto que mi estancia en la revista ha tenido el efecto contrario, pero esa es otra historia). Sin embargo mi ánimo se trastocó un poco cuando establecí comunicación con la coordinadora de Recursos Humanos, Luz María Pineda, responsable de la contratación de personal. Se negó a informarme cual sería mi percepción mensual y me sugirió que buscara a un contador para que él me hiciera un desglose. La necesidad económica me orilló a firmar sin saber cuál sería el monto de mis percepciones.

Por si fuera poco debía viajar a la ciudad de México a firmar el contrato y a realizar exámenes psicométricos que me llevaron todo un día. El viaje y hospedaje de un día a la capital para hacer ese trámite corrieron por cuenta de mi bolsillo. La entrevista estuvo llena de tensión. Me hicieron los mismos exámenes que las industrias maquiladoras practican a sus obreros: un dibujo de mi árbol genealógico, y la figura de un hombre y una mujer. Me fastidió la idea y a regañadientes lo hice.

La mujer me aseguró que a todo el personal de reciente ingreso al semanario le hacían los mismos exámenes. Yo sabía que era falso, pero no quise discutir. Sin embargo me vi obligado a responder cuando quien que me entrevistaba soltó un “no sé que te vio Felipe, pero bueno, ya estás aquí”.

Redacción de Proceso en la Ciudad de México. Foto: Especial

La entrevista terminó con la presentación formal ante Don Rafael Castañeda y un recorrido a la redacción de Proceso. Para mí fue un momento muy especial, pero con un sabor amargo por la ríspida bienvenida. Pedí permiso a mi nuevo jefe de quedarme un día más en la capital para visitar a una amiga y recorrer el centro histórico.

Regresé a Guadalajara, y para mi sorpresa, antes que terminara mi primera semana en el suplemento me enviaron un sobre amarillo con el mismo contrato que ya había firmado en las oficinas centrales. Tenía una nueva fecha, se trataba de un correctivo en el que me descontaban el día de asueto que solicité antes de incorporarme a la empresa. ¿Y lo que gasté en viaje y hospedaje? ¿Y los exámenes que hice? Como siempre ocurre en toda relación con el centro, los periodistas locales no dejamos de ser unos simples “provincianos”.

El contacto entre los reporteros de la capital y los responsables de edición era prácticamente nulo. Estos últimos venían una vez cada año a Guadalajara para participar en la Feria Internacional del Libro y presentar sus nuevas publicaciones. Aprovechaban esos días para visitarnos en la oficina, donde establecíamos un pequeño plan de trabajo que al cabo de unas semanas era abortado.

Don Rafael Castañeda llegaba directo a su hotel de hospedaje, y sólo lo veíamos un par de horas en la cena de aniversario.

El 2015 fue un año muy crítico para Proceso. En enero falleció el fundador de la revista, Julio Scherer García, quien aunque ya tenía mucho tiempo retirado del mando, su presencia era muy importante. Además, la periodista Sanjuana Martínez le asestó un duro golpe al semanario tras ganarle en tribunales una demanda por despido injustificado.

Julio Scherer y Rafael Rodríguez Castañeda. Foto: Proceso

Había nerviosismo pues aún no se sabía el monto que tendría que devengar la empresa para pagar los sueldos caídos de la periodista.

“No es lo mismo ser censurada y despedida injustificadamente por la revista Proceso que por MVS o Televisa”, declaró la periodista al conocer la sentencia de un juez que le resultó favorable.

No podría estar más de acuerdo con la afirmación de la periodista, pues la expectativa que los propios ejecutivos de Proceso se han fijado, demanda una coherencia entre su línea editorial y sus actos administrativos. Ningún trabajador espera que una revista altamente contestataria y exigente con el cumplimiento de la ley lo eche a la calle sin el pago correspondiente de sus prestaciones. Cualquier manifestación contraria derriba la esperanza en la construcción de un periodismo crítico.

La noticia del cierre de Proceso Jalisco se filtró el miércoles 2 de agosto en redes sociales, pero fue hasta el domingo 6 que el director de Proceso lanzó un comunicado en el impreso, justificando la crisis financiera y la vorágine de los medios digitales.

Comunicado de la revista Proceso anunciando el cierre de la edición en Jalisco. Foto: Especial

Y en parte esto es cierto, los números de venta de los ejemplares iban cada vez más a la baja, sin repunte alguno, pues la empresa rompió relaciones con Ediglobo S.A. de C.V., la compañía encargada de la distribución nacional de la revista, y responsable de que ésta se vendiera en las cadenas de tiendas de conveniencia como Oxxo y 7 -Eleven.

El tiraje hasta el 2012 era aproximadamente de 8 mil ejemplares por semana con una devolución del 15 al 20 por ciento, y posteriormente a esa fecha, el tiraje se redujo a sólo 2 mil piezas, con un retorno de hasta el 60 por ciento. Era claro que el suplemento agonizaba.

Por si fuera poco, la revista local nunca logró amarrar un contrato de publicidad para fortalecer sus finanzas, mientras otros medios de comunicación entre los que se cuentan diarios, pasquines, radiodifusoras y televisión recibieron carretadas de dinero del actual gobierno del estado que encabeza el priista Aristóteles Sandoval.

Vale la pena resaltar que la Universidad de Guadalajara se ha mantenido como uno de los fuertes compradores de pautas comerciales en las páginas de Proceso, pero sólo con el semanario nacional. Al suplemento local nunca le compró nada. Algunos colaboradores del semanario me aseguran que la casa de estudios paga en promedio 150 mil pesos por mostrarse en la contraportada de la revista.

Para el número 500, Proceso Jalisco hizo una serie de reportajes basados en el reparto de recursos del erario público a distintos medios de comunicación que autorizó el mandatario a través de su ex jefe de gabinete, Alberto Lamas Flores, quien según los testimonios recabados, se embolsaba al menos la mitad del dinero etiquetado para la compra de espacios publicitarios.

Portada de la revista Proceso Jalisco denunciando el cuarto de guerra del gobernador Aristóteles Sandoval.

Tan solo en los primeros 14 meses de su mandato, Sandoval Díaz autorizó el gasto de poco más de 360 millones de pesos en difusión. Entre los beneficiarios se cuenta una larga lista de nombres que incluyen a empresarios, conductores de televisión y radio, así como periodistas en activo. Uno de ellos no se percató que el contrato que había establecido con el Instituto de Justicia Alternativa del Gobierno de Jalisco para hacerle el diseño de imagen institucional se encontraba en la web con su nombre completo y una cantidad a cobrar que supera el millón de pesos.

Tiempo después de esa serie de reportajes Alberto Lamas visitó la redacción del suplemento y en una charla informal ofreció otorgarle a Proceso Jalisco un contrato de publicidad, sin ser muy claro en las condiciones. Felipe ni siquiera se molestó en preguntar la cantidad. Le pareció aberrante la forma en que le hacían el ofrecimiento. Tampoco era él la persona adecuada para firmar un convenio de tipo comercial.

En el último año de vida del suplemento, la responsable de circulación y ventas Liliana Gutiérrez logró convencer a la cooperativa de llantas Blackstone Tires de firmar un convenio por una cantidad mensual de 60 mil pesos aproximadamente que bastaba para cubrir la nómina de los trabajadores, sin embargo la dirección nacional ya había tomado una determinación al respecto. El sueldo de Liliana era por mucho inferior al de un reportero, no recibía comisiones, ni el pago de viáticos —como sí ocurre en otras empresas que tienen agentes de ventas—. La despidieron unos meses antes del cierre del suplemento sin entregarle su liquidación completa, después de seis años de trabajo.

Leí con detenimiento el mensaje de despedida de Don Rafael Castañeda. En él señala que la vorágine de internet hizo imposible mantener el suplemento, y visto de esa manera no tendría más que darle la razón, pero también es cierto que Víctor López, un colaborador de casa le hizo la propuesta para que Proceso Jalisco tuviera su propia página web, y se negó en forma tajante. Desconozco la razón que tuvieron los ejecutivos de México, aunque sin duda fue una decisión propia del centralismo que ejerció el semanario durante los años de existencia del suplemento.

En lo personal tengo mis reservas de que la sola migración a internet hubiera sido suficiente para rescatar el proyecto. Sobran los ejemplos de sitios web independientes que sufren a diario para recabar fondos, precisamente por su línea editorial crítica. Sí creo en cambio que por lo menos nuestros trabajos de investigación habrían logrado mayor audiencia, y una discusión más álgida de los temas de interés público.

Oficinas donde se ubicaba Proceso Jalisco. Foto Especial

El cierre de Proceso Jalisco centra la discusión en el modelo de negocio que prevalece en los medios de comunicación y la formación de nuevos lectores que estén dispuestos a pagar por reportajes de calidad. Hay una enorme pérdida de lectores que solían comprar un impreso y se han decantado por los productos en internet, donde casi todo es gratuito. Eso ha obligado a los medios de comunicación —como empresas que son— a apostar su supervivencia a los contratos de publicidad que pueden obtener en las instituciones públicas, sean estas universidades, ayuntamientos, gobiernos estatales y federales, así como empresas de alto valor agregado, comprometiendo su línea editorial que se traduce en un alejamiento de los intereses sociales.

En Proceso Jalisco la crisis económica mostró su cara a mediados del 2012 cuando la empresa entregó por última vez el reparto de utilidades y congeló los salarios, además de una vacante. Después vino un recorte paulatino de las colaboraciones externas que entregaban reporteros freelance con la finalidad de no generar una carga financiera. También incluyó una petición de la dirección a los reporteros para entregar fotografías cuando la ocasión lo ameritara.

Presenté mi renuncia cinco meses después de la baja de Felipe y me enteré que la dirección de recursos humanos también congeló esa plaza. Al final se quedaron solo dos reporteros de un total de cinco personas que por años formaron la base del suplemento.

Carta enviada a los suscriptores anunciando el cierre de Proceso Jalisco. Foto: Especial

Mi salida la pacté para el último día de abril del 2016 con quien relevó a Felipe, sin embargo unos días después me sorprendió una llamada a mitad de esa semana en la que tomé la determinación de irme. Era el subdirector administrativo de Proceso, Alejandro Rivera, quien me preguntó muy seriamente porqué me negaba a firmar la renuncia. El tono de su voz me sonó a reclamo y como si alguien me hubiera señalado de cometer algún agravio.

Me quedé perplejo con la llamada pues el ejecutivo tenía la impresión de que me preparaba para presentar una demanda de orden laboral, cuando únicamente hice un comentario de que me asesoraría legalmente con un contador y un abogado para hacer una estimación de mi finiquito. El ejecutivo se mostró reticente a informarme el monto del mismo porque según él sería objeto de una auditoría.

Hoy me entero que Alejandro Rivera se ha especializado en reventar a algunos trabajadores de Proceso que ya no son necesarios para la empresa, esquilmándoles además lo que por ley les corresponde. Pienso que una empresa periodística que aspira a ser factor de cambio social no puede montarse en el sistema de injusticia que tanto critica y moldearlo a su conveniencia.

Y es que hoy en día los despidos de reporteros se han vuelto tan comunes como en cualquier industria. Los periodistas nos hemos acostumbrado a los malos tratos, a la censura, y a las decisiones político–empresariales que pesan sobre la línea editorial para conservar el empleo (tampoco somos mártires).

Confieso que tenía serias dudas en escribir esto, y una y otra vez repasé el texto antes de entregarlo para su publicación. La columna que publicó Vanesa Robles —una excelente periodista a la que admiro mucho— el pasado 10 de agosto en el portal okupo.mx me reanimó a dejar constancia de mi paso por Proceso con todos sus bemoles. Vanesa escribe que muchas veces los enemigos del reportero se encuentran dentro de las redacciones. Yo agregaría que además en ocasiones es necesario señalarlos por nombre y apellido.

En una época de tantas agresiones a periodistas también deberían consignarse aquellas que provienen desde el seno mismo de las redacciones.

Cartón de despedida del monero Qucho, anunciando el cierre de Proceso Jalisco.

Así lo hice en Proceso Jalisco cuando en sus páginas denunciamos los atropellos y excesos que cometió con sus trabajadores el dueño de La Jornada Jalisco, Juan Manuel Venegas. Dicho sea de paso, un diario en el que trabajé por casi seis años.

Estoy convencido de que un escueto comunicado no es suficiente para explicarle a los fieles lectores la complejidad de un semanario que vivió sus mejores días con Felipe Cobián Rosales.

A todo esto, me pregunto que pensarán del cierre del suplemento los hijos de Julio Scherer García. A Julio hijo no le interesó ejercer el periodismo, y María Scherer, que esbozaba tintes de seguir a su padre, se alejó del oficio cuando anunció su boda con Juan Ignacio Zavala Gómez del Campo, hermano de la actual candidata del PAN a la presidencia de la república, Margarita Zavala.

¿Por qué cerrar cuando se aproxima una fuerte contienda electoral en México y Jalisco?