Sí Ricardo, los del Atlas saben leer

Por: Luis Rivera Márquez (@solicroo)

Me indigesta esa superioridad intelectual que evidencian en sí mismos este tipo de meritócratas como Ricardo Salazar, que al verse en lo alto de un medio cultural, artístico o periodístico, gracias a habilidades autómatas, al ego y a otros designios de la existencia pero no a la virtud cerebral, ya no digamos al sentido común, se creen los grandes eruditos de su época.

Meritócratas que estigmatizan y ridiculizan al pueblo común, demostrando realmente el nivel de su capacidad de pensamiento y la pequeñez de sus moralidades, evidenciando el delirio de grandeza y la hipocresía del individuo promedio que “sí lee” y que es falsamente reconocido por ello. Es una mentira, ese tipo de personajes son unos verdaderos ilusionistas.

Dichos sujetos manejan una supuesta intelectualidad súper fresca, ecuánime y a la moda, en razón de sus posibilidades virtuales, pero en realidad representan una ya desgastante figura de la hipócrita sociedad mexicana en el medio “intelectual” desde el siglo pasado: gente que no ejerce ni ejercita el pensamiento y sólo se busca así misma en el reconocimiento del otro: la pantalla, la fama, el aplausito pendejo, traducidos ahora en el like de las redes sociales.

Disfrazados de analistas, periodistas sesudos, artistas o críticos, estos seres bendecidos por el establishment local, cuentan además con los medios de información necesarios para ejercer dominio público y alimentar su figura de líderes de opinión y de tendencia en la sociedad, por ejemplo. Son máquinas tragadoras de ego.

Gente de FIL, los llamo yo (cuánto daño le ha hecho la FIL a los intelectualitos tapatíos tan cultivados). He visto cientos de ellos en los últimos años: aquellos que van y compran libros y tienen sus bibliotecas repletas de libros, pero en realidad son cascarones llenos de fanatismo intelectual: están enfermos de intelectualidad o de querer ser personas inteligentes. Representan un borreguismo snob que pretende y aspira a ser reconocido por ello.

Es sencillo: gente que compra y consume "cultura", gente que siente la necesidad de estar ansiosamente identificada ahí, gente consumidora de tendencia, compradora de libros comentados, gente que en verdad no compra libros, no asimila textos, sino que asimila y compra y consume comentarios de otros que comentan y acude a los lugares precisos donde se comenta y se aprueba y se desaprueba, y se siente tan bien de estar en ese ambiente tan nice, tan conmovedor, tan ansiado.

El periodista y director de Radio Universidad, Ricardo Salazar, en el baño de la FIL. Foto: Especial

Veo a ese puñado cada vez más vasto de individuos siendo aclamados, aceptados, aplaudidos, confluyendo en un plano material de libros comentados, pero huyendo realmente de la aburrida labor de leer libros, ese forzoso, solitario y para nada reconocido trabajo que resulta el análisis literario, filosófico, periodístico o social a través de la lectura, actividad que se ejerce en casa, en soledad, lejos de los reflectores.

Me molesta, además, ese ya gastado estigma de asociar el futbol con la ignorancia intelectual de un pueblo. Quien continúa con dicho argumento en pleno siglo XXI, dos cosas: o es un aberrante que odia el futbol y tiene algún tipo de resentimiento, o es en realidad un ignorante de primera y no conoce el trabajo tanto literario como socio-antropológico que existe desde el siglo pasado en materia de futbol, sin agregar a cientos y cientos de mentes lúcidas que existen en el mundo de la pelota.

El futbol nada tiene que ver con la capacidad y el conocimiento intelectual de una persona. ¿Y si se quisiera ridiculizar a un fanático de Borges con preguntas sobre futbol argentino al suponer que no le gusta el futbol dado que Borges detestaba el futbol? Es tan estúpido como esto.

Esas cosas le hacen bastante daño a nuestra sociedad, ya de por sí jodida. El problema es mayor cuando hay poder de palabra de por medio. Esta moralidad tan baja sólo contribuye a la permanencia de un estigma tan estúpido en nuestras raíces culturales, como por ejemplo los estigmas de discriminación sexual, los estigmas de clase, de género, que son más graves que el futbol pero que son una analogía más fácil para entender este fenómeno tan denigrante.

El fanatismo te puede convertir en una bestia, en un ser ferviente sin escrúpulos, eso no lo niego, pero no logro encontrar la relación de ser un fanático de futbol con la agrafía o el analfabetismo. ¿Acaso ser adicto al exhibicionismo te convierte en un ser sin cerebro que no tiene la capacidad intelectual de leer un libro sin dibujitos y te priva de ser una persona letrada?.

A Ricardo Salazar le recomiendo leer a Nick Hornby. Deseo que evite denigrar aún más el puesto del director de la radio de la Universidad de Guadalajara.