Tito Lugo y el Periodismo en Jalisco

Por: Agustín del Castillo (@agdelcastillo)*

18 de noviembre de 2016.- El pasado mes de marzo de 2016, la Asociación Mexicana de Hidráulica, capítulo Jalisco, que preside el ingeniero Guillermo Vargas Rojano, me invitó a dar una plática en un ciclo de conferencias en torno al agua, para poner en claro ante sus agremiados el papel de los medios de comunicación ante los conflictos que por el tema se dan en el país.

Titulé mi intervención -que fue tal vez el 14 de marzo, al filo de la noche-, “Periodismo y los conflictos del agua, una agenda urgente”. Entre quienes me escuchaban se encontraba el director de la Comisión Estatal del Agua, Felipe Tito Lugo Arias, a quien conozco desde hace dos décadas y media y de quien siempre he tenido deferencias profesionales y un respeto irrestricto a mi trabajo como comunicador.

El día de ayer, al comparecer ante los diputados de la Comisión Especial del Agua, creada ex profeso para afrontar la crisis política y social desatada por la disputa de las aguas del río Verde, el funcionario se ha encargado de recordar mi punto de vista sobre el tema.

En esa aportación mía a las conferencias, recordé ante los ingenieros y administradores del agua una frase que le ha quedado muy nítida en la memoria al titular de la CEA Jalisco, y que en realidad es autoría del periodista argentino Horacio Verbitsky.

La repito una y otra vez ante la urgencia de que la institución periodística no pierda la brújula sobre su papel esencial, que no es ser soporte y legitimador de los proyectos del poder, por más buenos que estos sean.

Sólo en la medida en que los periodistas lo recordemos, estaremos en posibilidad de mantenernos como un contrapeso de los poderes institucionales y fácticos, aquello que ha descrito recientemente Diego Petersen -a propósito de los frecuentes desencuentros de Enrique Alfaro, alcalde de Guadalajara, con los medios de comunicación locales-, como los perros guardianes de la democracia.

El papel del periodismo como vigilante permanente del poder, es una vieja receta que en México ha sido especialmente complicada de cristalizar por la histórica colusión de prensa y poder que nos heredó el viejo PRI, y del que sus sucesores quieren echar mano como si fuera el patronato que el papado le concedió a la monarquía española sobre la iglesia católica, reclamado en el México independiente por gobiernos confesionales, laicos e incluso antirreligiosos... o sea, como si fuera parte inherente de la función del Estado, que no cree en la patraña esa de la “prensa libre” y siempre ve a un conspirador político detrás de esos fuegos vertidos por la libertad informativa (casos recientes: la cobertura de Mural de los antecedentes criminales del hoy ex presidente del Supremo Tribunal de Justicia Carlos Vega Pámanes, o la cobertura crítica de los controles de confianza del jefe policiaco tapatío Salvador Caro Cabrera por Milenio Jalisco).

El caso es que hice mía en esa presentación la ruda y esencial definición de periodismo de Verbitsky. Periodismo “… es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo, lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa, que del lado bueno se encarga la oficina de prensa; de la neutralidad, los suizos; del justo medio, los filósofos, y de la justicia, los jueces. Y si no se encargan, ¿qué culpa tiene el periodismo?” (en “Un mundo sin periodistas”).

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Felipe Tito Lugo Arias al inaugurar una planta de tratamiento en Lagos de Moreno

El pasado 27 de octubre, saludé a Tito Arias previo a una reunión de trabajo sobre desarrollo urbano en Casa Jalisco, que presidió la titular federal de ese tema, la ex regente capitalina Rosario Robles Berlanga.

En esa ocasión, al lado del urbanista Francisco Pérez Arellano, el director de la CEA me recordó los puntos de mi plática de marzo, en tono que iba de la ironía al reproche, y particularmente dijo algo que me obligó a corregirlo: que yo había dicho que el trabajo de la prensa era generar conflictos porque vivimos del conflicto.

Yo le dije, palabras más o menos: “no, no creamos conflictos, los encontramos; las sociedades democráticas viven inmersas en el conflicto y es nuestra tarea identificarlos y convertirlos en tema de discusión y debate por el bien de esa misma sociedad”.

Ayer, en Palacio de Gobierno, Lugo Arias ha vuelto a esa idea. Dijo: "Yo siento que eso nos ha afectado en Jalisco desde hace mucho, porque los medios de comunicación crean conflictos, fomentan el debate, informan lo que supuestamente se oculta, crean controversia y no son amigos de nadie […] la cuestión mediática que ha creado un punto de opinión negativa en la sociedad nos tiene en estas circunstancias” (ve).

El resumen que ofrece Mural parte de este primer párrafo: “Si no ha habido un avance en el tema de abasto para la Zona Metropolitana de Guadalajara, es porque los medios no lo han permitido”. Sigue: “El Comisionado Estatal del Agua insistió en que la sociedad, los políticos y los medios de comunicación son los causantes de que los proyectos como El Zapotillo no se lleven a cabo…”.

Peligrosas conclusiones, porque hace parecer que los medios de comunicación son enemigos de que la sociedad funcione bien. Y parece un guiño nostálgico a esos tiempos en que lo que se dictaba desde la Presidencia de la República, o el Palacio de Gobierno, o el Palacio Municipal, se acataba, y todo era armonía y eficiencia: los desplazados eran un mal necesario pero casi nadie hablaba de ellos. Los efectos ambientales y económicos como los que afronta la meseta alteña con el trasvase de El Zapotillo a León ni siquiera formaba parte del sistema de cuentas y saldos de los proyectos.

Lástima que un ingeniero tan capaz como Tito Lugo no reconozca que la base de un sistema democrático es la discusión, que los datos de un proyecto incluyen territorio y sociedad, y no como antes, que pendían sólo de la decisión de élites, y que hoy nadie tiene de antemano el poder de imponer nada. O no debería. Pero si se considera el renovado prestigio de modelos autoritarios tipo Sudamérica o la retórica agresiva contra los medios del nuevo presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, tal vez él está bien y nosotros mal en la interpretación de los tiempos históricos. Lo que refuerza la percepción de que vienen tiempos difíciles para las libertades básicas en este hemisferio.

No está de más recordar la manida frase del vizconde de Chateaubriand, premisa básica de las sociedades democráticas que nacieron tras la revolución francesa. “La libertad de prensa es el fundamento de todas las libertades […] prefiero la libertad sin Constitución a la Constitución sin libertad”. Lo primero que suprimen los dictadores es la libertad de prensa y caen como dominó todas las demás. Porque en materia de libertad, incluso para la más primaria, la de pensamiento, no debemos olvidar: si no se puede decir, no existe.

*Este artículo fue tomado del sitio www.agustindelcastillo.com