Entrevista de Gabriela Pretel para el Centro de Desarrollo Editorial y de Contenidos. Foto de portada Elizabeth Alvarado.
Ediciones Arlequín tiene alrededor de treinta años en el mercado. ¿Cuáles consideras que son los cambios más relevantes que la editorial ha tenido en este tiempo?
Son muchos realmente. Estamos viviendo cambios muy agradables. Actualmente, la editorial tiene las posibilidades de vender los libros a impresión bajo demanda en distintos países, teniendo como intermediarios a varias librerías y Mercado Libre. Es maravilloso. No tengo que enviar un contenedor de libros hacia Sudamérica o España. Los libros viajan por medio de una serie de asociados utilizando las bondades tecnológicas. Todos estos aspectos modernos se han ido sumando al trabajo editorial; contrastando con los comienzos, no existía nada de esto.
En los años noventa, el objetivo era consolidar Ediciones Arlequín, pasar de los cuatro o cinco ejemplares, tras los cuales muchas editoriales renunciaban. Distribuíamos con nuestros amigos. Yo era estudiantes en ese momento. Mochila al hombro, iba a las librerías y entregaba ejemplares para su venta. Ahora, se ha transformado. Estoy muy feliz de estar explorando estos nuevos terrenos vinculados a la tecnología.
Guadalajara cuenta con la segunda feria más grande del mundo. En esta ciudad específicamente, ¿cómo ha afectado al desarrollo de la industria editorial tapatía?
En cuanto a una retrospectiva y una crítica, la influencia ha sido parcial en el ramo profesional. Sin embargo, sí ha incidido en las nuevas generaciones de lectores. La ciudad tiene una pujanza enorme y la Feria Internacional del Libro concita muchas personas. Asimismo, la venta en la feria supone una de las mejores ventas del año no solo para nuestra editorial, sino también para otras editoriales. Eso lo logra la ciudad.
Por otro lado, aunque hay una efervescencia y Guadalajara se ha convertido finalmente en un polo editorial, esta situación es reciente. Se ha tardado mucho. Las condiciones en el mercado mexicano no son muy propicias para que los emprendimientos puedan sobresalir. Ha costado mucho esfuerzo para que empresas como la mía y la de otros colegas salgan adelante. Hay un germen propicio, pero muchas cosas en contra. Sobre todo, temas de políticas públicas, economía, desigualdad social, carencias de libreras, entre otros factores que impiden que haya un desarrollo más grande. Por eso, siempre busco alternativas que puedan paliar estos temas.
Finalmente, la feria es una gran vorágine anual que atrae a muchas cosas. Es una maravilla durante los nueve días que sucede. Pero, de pronto, la ciudad se queda como en una especie de páramo durante el resto del año.
¿Cuáles son los principales obstáculos que tienen que atravesar las editoriales independientes en Guadalajara?
En Guadalajara y en el país, primero se debe acercar los libros a los lectores. En México, es apabullante el poder de las transnacionales. En las cadenas de librerías, tienen copado todo el espacio y las mesas de las novedades. Lo que se les da a ellos con mucha facilidad, se presenta a nosotros con muchas dificultades. Si bien, se pueden presentar casos aislados de una editorial que logra distribuir bien por medio de pactos de comercialización, la inmensa mayoría no los tiene. Lo que se evidencia es que no hay una posibilidad de apoyo o políticas públicas propicias. Además, está la desorganización dentro de todos nosotros. Para lo editores pequeños, ha sido muy complejo poder organizarnos. Veo países con propuestas atractivas. Por ejemplo, Chile con La Furia del Libro, una iniciativa con mucha pujanza. También, hay una valoración al trabajo de las editoriales pequeñas independientes. Eso no lo veo para nada en México.
Acabas de publicar el libro Letra bastarda sobre la industria editorial mexicana entre 2015 y 2019. Respecto a esos años, ¿cuáles consideras que han sido los cambios dentro del mercado del libro?
En el libro, compilé mis columnas de opinión que aparecieron en un diario local. Hablaba de todo un poco. De lo que iba aconteciendo en el momento. De pronto, cuando la información era un poco más fría, hablaba de cuestiones mías o de mi formación. Me centro en Guadalajara, pero no dejo de ver la actualidad editorial mexicana y latinoamericana de ese periodo.
Esos años corresponden a un periodo corto de tiempo para que se den cambios significativos. Sin embargo, en ese entonces, estaba muy presente la preocupación por el libro electrónico. Esta se centraba en el precio o las dificultades de los lectores para llegar a estas plataformas. Ahora es un tema superado, porque la pandemia nos hizo dependientes de esta alternativa ante el cierre de las librerías. Estas nuevas modalidades de lectura no son tan ajenas. Es un falso debate el hecho de que se lee mejor en papel. Se puede leer en electrónico maravillosamente. Estas dos formas no están para nada reñidas. En ese sentido, finalmente lo que nos importan son las historias que nos cuentan. Quizás, ese es el cambio que más percibo. Actualmente, es más natural comprar en línea contenidos electrónicos que físicos.
¿Qué se espera al mediano plazo en el desarrollo del mercado editorial en Guadalajara?
Acá tenemos el Gremio de Editores de Guadalajara. En las reuniones, pensamos en las políticas públicas o los gobiernos que nos dejaron insatisfechos. Cabe resaltar a la Universidad de Guadalajara que sumó e hizo distintas actividades notables; pero, en términos generales, los actores del libro no fuimos invitados. A los editores no nos benefició, salvo alguna coedición que se hizo. No hay un trabajo activo en las bibliotecas, tampoco una política editorial que pueda hacer una sinergia con los editores independientes. Todo está por construirse. Tenemos que trabajar para que se mejoren las legislaciones y pugnar para que haya instituciones que existen en otros sitios, que en nuestro caso no las hay. Por mencionar algunos, no tenemos museo del libro, ni hay una legislación estatal en torno al libro.