Tierras raras: Rectorías

Por: Adrián Acosta Silva

7 de abril de 2025.-La figura de rector (“el que dirige”, “el que ordena”) ha sido una pieza central del poder y la organización de las universidades desde su origen como instituciones eclesiásticas en Bolonia en el año 1088.

Aunque la nomenclatura se deriva del papel disciplinario del orden y la autoridad en las catedrales medievales europeas, las rectorías también jugaron un papel estratégico en los seminarios-escuela, colegios y primeras universidades e institutos de formación del funcionariado religioso, docente y civil desde el siglo XII al XVIII.

Con la formación de las modernas universidades de investigación y docencia a partir del siglo XIX, la figura del rector como máximo representante de la universidad no desapareció, sino que se consolidó como pieza simbólica y práctica del poder institucional universitario.

La colonización española trajo a tierras caribeñas, meso y sudamericanas a las universidades reales y pontificias y, con ellas, a los rectores, una figura masculina consistente con el orden de género que caracteriza las estructuras tradicionales de gobierno de la iglesia católica.

Durante la construcción de las repúblicas independientes latinoamericanas en el turbulento siglo XIX, los gobiernos liberales clausuraron estas instituciones por considerarlas “perniciosas”, “inútiles” e “irreformables” pero, tiempo después, a comienzos del siglo XX, fueron reinventadas o refundadas como universidades públicas, laicas y autónomas.

A pesar de esos cambios contextuales en la orientación, organización y significados institucionales, la figura medieval del rector se conservó como un espacio de representación política de las comunidades universitarias, y sus acciones, o inacciones, tienen una enorme visibilidad pública. Ello explica que los informes anuales de los rectores hayan pasado de ser un ritual dirigido exclusivamente a los miembros de los consejos universitarios, a un espectáculo dirigido también a las comunidades políticas, sociales y empresariales de sus respectivos entornos locales.

Ya no se trata solamente de dar a conocer aburridas estadísticas o emocionantes proyectos institucionales. Se trata de organizar una fiesta, de enviar un mensaje político de cohesión de la comunidad universitaria en torno a sus formas colegiadas de gobierno mostrando la legitimidad de su máximo representante institucional.

En las tierras raras de la política universitaria, el lenguaje del poder incluye épicas, gestos y representaciones institucionales, y sus actores protagónicos interpretan los papeles adecuados en los escenarios correctos. En el juego de máscaras y disfraces de ocasión, las rectorías marcan el ritmo del baile, los énfasis a destacar, los mensajes que dirigir.

La novedad más importante de lo que ocurre en estas tierras es la irrupción de las mujeres en el más alto puesto directivo universitario, como ocurrió recientemente en la Universidad de Guadalajara. Que una rectora ocupe ahora el centro del escenario puede marcar un cambio importante en las tonalidades discursivas, estilos de liderazgo y coordinación de las redes de poder que coexisten en la institución.

En la toma de posesión de la rectora Karla Planter se pudieron vislumbrar señales de cambio y continuidad en la política universitariay en la gestión de sus tensiones coyunturales y permanentes. Pueden ser tiempos interesantes.

TagsUdeG

Leave a reply