Por: Roberto Estrada (@robertoestrada0)
Sin duda, una de las añoranzas de cualquier instrumentista es presentarse como solista en un escenario y ser acompañado por una orquesta. Esto es lo que sucederá con la Orquesta Sinfónica Juvenil de Zapopan (OSJZ), ya que algunos miembros de esta misma agrupación tendrán la ocasión de ofrecer un concierto en el que ellos serán los actores principales, el próximo miércoles 25 de enero en el Centro Cultural Constitución a las 19:30 horas, y su repetición el 2 de febrero en PALCCO a las 20:30 horas.
La importancia del evento radica en el papel formativo que tiene esta orquesta para las carreras de los jóvenes intérpretes. Rodrigo Sierra Moncayo, titular de la OSJZ, en entrevista para Reverso, destaca este aspecto: “así como se dice que a dirigir sólo se aprende dirigiendo, las tablas que necesita un músico profesional para presentarse frente a un público, frente a una sala llena y con una orquesta sinfónica acompañándole, sólo se logra haciéndolo”.
Con esto se da “una oportunidad para el desarrollo musical de los chicos, que se la viven estudiando repertorio orquestal, pero también de solistas, y es difícil encontrar dónde tocar lo que preparan con tanto esfuerzo”.
Sierra Moncayo también señala que aunque no se tiene la posibilidad de hacer un concierto así cada mes, la actividad de que varios solistas participen dentro de un solo programa, aporta tanto para que estos “asuman precisamente el papel de protagonismo que requiere un concierto así”, como –dado que es un punto relevante– para que la orquesta “aprenda a acompañar solistas”.
Luego de una audición interna en octubre del año pasado, se decidió que el concierto estaría conformado por 6 obras para solistas. Sierra Moncayo comenta que éstas serán el Vals-Scherzo para violín de Tchaikovsky, “una obra muy virtuosa, de las más tocadas. Representa un reto para el director y para el intérprete, porque es un obra llena de rubato y con tiempos muy elásticos y románticos”.
Después, el primer movimiento del Concierto para clarinete en La mayor de Mozart. “Uno de los más emblemáticos que hay para este instrumento”. Originalmente escrito para clarinete di bassetto.
Luego, la Elegía para violonchelo de Fauré. “De gran importancia para los chelistas. No se programa mucho”. Compuesta en su origen para cello y piano, pero después orquestada por el propio Fauré, y estrenada así con él a la batuta, y Pau Casals como solista.
A su vez, el primer movimiento del Concierto para contrabajo de Koussevitzky. “No es tan común que fuera del gremio musical la gente esté tan familiarizada con el contrabajo como instrumento solista. Siempre se le mira haciendo las armonías. Es interesante escuchar un instrumento tan grande y que es tan difícil de hacer que cante como solista”.
Por otra parte, el Concertino para flauta de Cécile Chaminade. “Estoy encantado de haber programado a una gran compositora francesa. Una pieza que no es fácil de lograr con orquesta, dado que la sonoridad de la flauta no es tan brillante en ciertos registros, y es delicado lograr un buen balance”.
Y también, el primer movimiento –un poco enlazado al final del tercer movimiento– del Concierto para violonchelo N° 1 en La menor de Saint-Saëns. “Muy reconocido entre los propios compositores, el mismo Rachmaninoff y Prokófiev opinaban que era el mejor de todo lo escrito para cello. De gran lirismo y perfectamente orquestado”.
Además, se interpretará –a manera de obertura– La leyenda de Miliano del compositor mexicano Arturo Márquez, y que le fue encargada en 2010 como parte de la conmemoración del Bicentenario, basada en la figura del caudillo Emiliano Zapata. “Es una obra orquestal, de una masa sonora muy importante”.
Rodrigo Sierra considera que al presentar esta obra de Márquez se le hace algo de justicia al autor, ya que “sufre la suerte que Carlos Chávez, Blas Galindo, José Pablo Moncayo, y que el mismo Ravel. Siempre se programa lo mismo. De Márquez conocemos ad náuseam –en el mejor de los sentidos– Danzón 2, pero casi no se conocen sus otras creaciones. Nos ayuda a mostrar la otra cara de Márquez, que también tiene interesantes dotes orquestales".
Abundando en el asunto de los solistas, ¿qué tanto nivel hay en la orquesta para que sus integrantes actúen como tal en un momento dado?
Todos los elementos en la orquesta son importantes, pero hay gente que está trabajando muy fuerte, en su repertorio y técnica, tomando clases, y creo que para las obras que se han propuesto, todos están a la altura. Naturalmente es como una orquesta-escuela, de formación para los jóvenes, y lo que han propuesto es música que han trabajado con mucho tiempo, pero aunque el nivel no es igual en cada uno de ellos, todos están haciendo un gran esfuerzo, por lo que el resultado será muy plausible.
¿Qué es más valioso para una orquesta, las obras sinfónicas o las que son para acompañar a un solista?
Las dos. Ambas fungen tareas distintas. Por ejemplo, en este caso en que estamos acompañando a una flauta, toda la orquesta debe saber cuáles son las dificultades técnicas a las que se enfrenta la flauta; saber que en el registro grave y en el medio no es tan fácil atravesar la textura orquestal. De esta manera cuando tengamos oportunidad de acompañar cantantes, también sabremos cuáles son las dificultades que tienen para poder sonar, a la par o a veces por encima de la orquesta, dependiendo también de las características del cantante o instrumentista en su caso, pero hay que estar en absoluta conciencia de la naturaleza del sonido de cada uno de los instrumentos que se están acompañando, y que finalmente forman parte de la orquesta.
Hay que saber acompañar, saber escuchar, ser más receptivos. El atrilista debe levantar los ojos de la partitura, porque a veces está demasiado pegado a ella, y cierra sus oídos y su mente, y simplemente está en su particella, olvidándose de que todos son parte de algo mucho más grande, de un engranaje perfectamente armado por los compositores. Acompañar solistas ayuda a eso precisamente, a abrir nuestra atención, a estar más pendientes de lo que sucede a nuestro alrededor.
En cuanto a las obras sinfónicas, en las que también se tiene que estar muy alertas, sirven para tener una lectura mejor, para dar mayor agilidad y conciencia armónica, así como del fraseo, y por supuesto para que aprendan a tocar juntos, porque eso es lo que hace una orquesta.
A pesar de formar un grupo, conseguir esa conjunción siempre resulta de lo más complicado.
Así es. El trabajo en equipo es una de las cosas más difíciles de lograr. Cada quien tiene su técnica o su idea musical de la obra, y parte de lo más delicado es conjuntar todos esos criterios en uno solo, para obtener un solo sonido, para que eventualmente la orquesta pueda aspirar a tener un sonido propio. Cuando escuchamos grabaciones, podemos especular si es una orquesta alemana, francesa, polaca o mexicana. Deberíamos aspirar a que se diga “ah, eso suena a la Sinfónica Juvenil de Zapopan” y no a otra cosa. Eso sólo se obtiene con la convicción de que somos un grupo y tenemos que trabajar juntos.