Por: César Octavio Huerta (@zorrotapatio)
04 de abril 2017.- En este país, a millones de jóvenes se les niega la posibilidad de construir a un futuro mejor.
Así lo considera el doctor Igor González Aguirre, investigador de la Universidad de Guadalajara, quien ha dedicado su carrera al estudio de los jóvenes en México y presentará este miércoles en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades Y sin embargo se mueve, un libro imprescindible para comprender la actual cultura política de los jóvenes.
Igor González resalta que antes de iniciar sus investigaciones se percató que los estudios de cultura política sobre jóvenes tenían dos características: a) planteaban la hipótesis que quienes tenía mayor cultura política eran mejores ciudadanos y b) se concentraban en la participación ciudadana de los jóvenes en los procesos electorales.
“Los jóvenes con los que convivía estaban en otro canal, tenían otras prácticas y otros discursos que no encajaban con la idea de la cultura política como capital para ser un mejor ciudadano ni con la vía de la participación política. Había un profundo desencanto. Me dije, ‘aquí hay algo extraño que vale la pena nombrar’ y en última instancia me encontré con la idea de algo que se llama desapego apasionado. Los morros decían ‘a mí la política me vale madres y las elecciones me importan muchos menos”.
Fue así que González dejó de ponerle atención a la forma en cómo se construye el régimen electoral actual, desplazó su mirada y se concentró en observar cómo la política incide en la cotidianidad de los jóvenes.
“En realidad, la educación cívica y la participación política son elementos coyunturales que dicen muy poco acerca de cómo se constituye el régimen democrático como tal. ¿Qué pasa si desplazamos la mirada y en lugar de concentrarnos en la coyuntura electoral, vemos cómo nos relacionamos en la vida cotidiana y lo leemos en clave política y lo enmarcamos en el discurso de lo democrático?”.
Esta pregunta lo llevó a descubrir que los jóvenes actualmente se deslindan de la “esfera pública formalmente instituida, sin dejar de tener un conjunto de saberes y posicionamientos fuertes en los distintos campos de la vida”.
Para llegar a esta premisa, González Aguirre tuvo que dejar de lado a los grupos de jóvenes situados en los extremos: los que están siempre en contra protestando contra el poder y los que están integrados en los partidos políticos. Así logró escuchar a un sector de jóvenes que casi nunca aparecen en las investigaciones porque no están ni en lo blanco ni en lo negro, sino que se ubican en el conjunto de tonalidades grises.
En entrevista con Reverso, el también Jefe del Departamento de Sociología de la Universidad de Guadalajara, nos cuenta los detalles sobre su más reciente investigación.
¿Qué sucedió tras hacer la investigación con los jóvenes?
Fue un proceso bastante productivo, con un montón de desafíos que no están agotados porque son muy estimulantes. Tuve que repensar el campo político, pues no era posible reducirlo a los procesos electorales o a los partidos políticos. Cuando desplazabas la mirada a la vida cotidiana, te encontrabas con que surgían un montón de lugares en los que lo político se condensaba.
En el libro mencionas que las voces de estos dos grupos son las más escuchadas. ¿En la zona de grises que tú estudiaste hay silencios que dicen mucho?
"¿A quiénes entrevistan siempre en los medios? A quienes van a las marchas, a los más combativos. O al "niño verde". Los otros, tienen una tendencia a estabilizar su subjetividad en el plano privado, se retiran de lo público y es bien difícil verlos, pero sus silencios dicen mucho.
Quienes están en medio, no son uniformes, no tienen una coherencia interna sólida, no son una esencia, tienen un posicionamiento pragmático y a veces alcanzan a llegar al extremo de lo apocalíptico cuando lo que les interpela les resulta cercano o a veces se integran. El talento que tienen es entrar y salir de manera muy estratégica con respecto a sus saberes, de lo formal y lo instituido, entrarle de plano a lo instituyente, a la protesta, a la marcha. No sólo son los silencios sino la manera altamente estratégica que tienen para conducirse en lo público".
¿Cómo se puede ver esto que mencionas desde la ciudad o esta región con sus características propias, como por ejemplo el conservadurismo?
"Somos sujetos de nuestra circunstancia, no nos podemos deslindar de dónde nacimos y de dónde vivimos. Eso tiene un peso específico y lo que produce son sujetos con una serie de aperturas muy interesantes que de manera estratégica y pragmática pueden acudir al discurso conservador y mucho más liberal, en función del tema y del contexto.
En el campo político, la banda joven no necesariamente sabe con mucha precisión quién es su regidor, su diputado o cuál es la función de las Cámaras, pero tienen un conocimiento muy certero de cómo funciona el sistema y hay algunos que lo aprovechan muy bien. Los jóvenes tienen una doble apertura: pueden ver el mundo desde una perspectiva altamente conservadora o liberal.
De la mano de las tres últimas generaciones se han operado cambios desde lo cultural. No vivimos en el México de 1930, vivimos en un país en el que un violador sale libre porque un juez así lo dictamina, pero también en un México en el que cada vez es más reconocida la diversidad y se piensa eso como una ventaja. Ha sido un cambio pequeño, quizá marginal, pero conducido por los jóvenes.
Gran parte de los que han asesinado en la guerra contra el narcotráfico y quienes han desaparecido son jóvenes. ¿Cómo se explica eso? ¿Los jóvenes son más vulnerables que antes?
Ser joven y no morir en el intento hoy es prácticamente un triunfo. Hay autores como Rossana Reguillo y José Manuel Valenzuela que están postulando la idea de que estamos en un proceso de exterminio juvenil y si revisas las cifras, la verdad es que sí. Del conjunto de delitos de alto impacto que derivan en la muerte, casi el 80 por ciento son jóvenes de 18 a 24 años. No son sólo las víctimas, también son los victimarios.
Toda posibilidad de proyecto o futuro está ocluido, nulificado porque no existen condiciones materiales, sociales y políticas para que puedas hacer algo. Quienes trabajamos con jóvenes escuchamos una idea recurrente: "prefiero estar tres años viviendo a toda madre en el crimen organizado con camionetas, mujeres, vino, que vivir 20 años igual de jodido que mis padres".
Hace unos días fui a la Granja, a entrevistar morros que están internados. Algunos a punto de salir, unos de manera fría y calculadora, otros resignados a su suerte, con el mismo discurso: "saliendo de aquí no me queda de otra que ser militar o sicario. No puedo hacer nada. Entré a los 14 y voy a salir a los 21, la cagué una vez maté a un cabrón. No tengo estudios, nadie me va a dar trabajo".
Entonces, cómo no hay un buen sistema de seguridad social ni la posibilidad de acceder a un empleo y formar un hogar, ¿se han habituado los jóvenes a resistir?
Si eres un joven que vive en Ciudad Juárez entre 18 y 25 años, cuentas con un bajo nivel educativo y un alto nivel de marginación, tienes una alta probabilidad de morir. Levantarse cada mañana, ir a la escuela o al trabajo, salir a cotorrear con los compas, son actos profundos de resistencia. Ser joven y no morir en el intento, es un logro de vida".
En este panorama, cómo entender el movimiento #YoSoy132 como aglutinante y protagonista en las elecciones? ¿Cómo lo ves a la distancia? ¿Qué pasó con esos jóvenes que protagonizaron el movimiento?
"En 2012, lo que tuvimos fue una explosión empírica de lo que la teoría de los movimientos sociales ha señalado desde hace una década: la gente hoy suele juntarse más en función del afecto que de la razón. En buena medida, el movimiento #YoSoy132 tocó fibras importantes en amplios sectores juveniles. Fue una movilización que dejó una huella crucial en la arquitectura de lo público en el país.
Es importante tender puentes entre las movilizaciones de antaño y las actuales. En ese sentido, el papel del #YoSoy132 fue incorporar una serie aprendizajes que venían de años antes y poner en juego nuevos aprendizajes, como el uso de las plataformas virtuales para la socialización. Demostraron que se podrían producir sentidos y significados, que circularan en la esfera pública y se convirtieran en agenda pública.
Eso mismo ocurrió en las movilizaciones por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, un hecho que seguirá siendo una herida en el tejido social y en la psique de buena parte de nosotros. Inauguró un nuevo umbral de lo violento en el país, pues ahora puede ser cualquiera el que desaparezca, no sólo lo criminales, como se creía en el sexenio de Felipe Calderón.
Actualmente la televisión y los medios tradicionales han perdido el impacto que tenían en las últimas elecciones. ¿Pueden ser los jóvenes los protagonistas en la elección del 2018 o se quedarán, como otra forma de actuar políticamente, al margen?
Buena parte de los jóvenes se deslindan fuertemente del campo político, dicen que las votaciones no sirven para nada y no tienen sentido, por lo que dicen que prefieren retirarse de lo público, tratar de estabilizar su vida en lo privado y a partir de ahí, producir procesos organizativos de abajo hacia arriba.
Lo que no hemos sido capaces de preguntar es qué significa eso más allá de los procesos electorales y cuál es el impacto que tienen ese tipo de estrategias en las modificaciones del campo político.
Hay un riesgo porque la única vía que tenemos para incidir formalmente en la arquitectura de lo público es la partidista. Está bien, es interesante que los morros construyan desde abajo y se organicen desde el plano local, pero las estructuras formales sólo se transforman por la vía partidista o la vía armada, que a estas alturas, me parece una opción lejana.
Desde el 68 hasta los años 80s, los jóvenes creían en la vía armada para transformar la sociedad. Hoy la premisa de tomar el poder no les atrae demasiado, las transformaciones están colocadas en otros ámbitos. Muchas de las apuestas están en el acceso a los derechos del cuerpo, sociales, culturales y a la búsqueda del reconocimiento en todos los ámbitos. Ven agotada la vía partidista.
Hay una tensión muy complicada porque los jóvenes son quienes pueden transformar por la vía partidista las condiciones en las que estamos metidos pero han dejado de creer en esa vía. Invitarlos a participar, a veces resulta hasta infructuoso. Me gusta mucho pensar en esta idea de que la raza se está organizando en los planos locales pero no sé que suficiente sea para generar transformaciones.
¿Los dueños del poder pueden estar tranquilos porque hay ese segmento de jóvenes que por la vía partidista no los van a descolocar?
Veo difícil que sea la juventud la que descoloque a estos sujetos en el sentido más tradicional del término: el electoral. Ahí, de quién se tendrían que cuidar los políticos es de ellos mismos: son sus peores enemigos. Los últimos tres sexenios, hemos tenido gobernantes en todos los niveles que tienen como política darse balazos en el pie. Si esto se desestabiliza y se descoloca, es por ellos, no por un factor externo como la juventud. Ojalá me equivoque y sean los jóvenes los protagonistas de los cambios más profundos de este país, pero lo veo complicado. Si algo truena en este país, va ser por culpa de ellos.
Pero esos jóvenes de 2012 que los pusieron en aprietos y hasta metieron a Peña Nieto aterrado en el baño. Con estos casi 6 años de aprendizaje y Ayotzinapa en el medio, ¿pueden cambiar algo por la vía electoral?
Hay un caldo de cultivo para que la juventud adopte un papel protagonista y genere por lo menos una descolocación importante para la clase política. Frente a lo que habría que estar atentos es a los acontecimientos que irrumpen en la realidad y ver en qué medida tocan o no el punto clave de la juventud para que aproveche los saberes que tienen y se genere un escenario de cambio. Las condiciones están puestas en la mesa, lo que haría falta es el pequeño puente entre el tema que circula en la esfera pública y la empatía o la lejanía que puedan generar. Si esa chispa cuaja, pueden producirse cosas interesantes.
El nombre de Y sin embargo se mueve me parece que dice que todo está tranquilo pero y sin embargo se mueve y puede como en el fantasma de Marx en el manifiesto comunista, hacer algo...
Incluso no sólo en la población joven está latente ese México Bronco a lo largo y ancho del país. Falta la chispa que permita hacer la sinapsis entre neurona y neurona. Las condiciones están dadas, tenemos por lo menos 20 años acumulando saberes que anuncian cosas interesantes para la transformación.
El libro Y sin embargo se mueve de José Igor Israel González Aguirre será presentado este miércoles, 5 de Abril del 2017 a las 12:00 p.m. en el sótano del CUCSH, a un costado del restaurante “El Gabo”.
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