Por: Guadalupe Espinoza Sauceda
10 de abril de 2017.- En los pueblos y comunidades del país es muy común que le denominen “bola” cuando hay borlote o barullo, ruido, movimiento, y solo se ve una trama.
Esta frase se la escuchaba a mi padre decírmela de pequeño, cuando me iba con los demás niños del pueblo jugar.
Los campesinos de las comunidades de nuestro país a la Revolución Mexicana de 1910 también le nombran como la bola, incluso a la rebelión que enarboló Emiliano Zapata, el Caudillo del Sur se le conoce como la bola suriana.
Este escrito viene a colación para recordar que hoy se cumplen 98 años del asesinato del General Emiliano Zapata en la Hacienda de San Juan Chinameca, del Estado de Morelos, por el militar carrancista Jesús Guajardo, a las órdenes del general Pablo González, que a su vez era uno de los generales de confianza de Venustiano Carranza.
Pablo González fue de los primeros hombres que se levantaron en armas contra el régimen de Victoriano Huerta durante la segunda etapa de la Revolución Mexicana, bajo las órdenes de Venustiano Carranza.
Originario de Nuevo León, comandó una de las columnas del Ejército constitucionalista: el Ejército del NorEste.
Las otra columna era el Ejército del NorOeste que dirigía el general Álvaro Obregón, la cual se desplazaba entre la Sierra Madre Occidental y el Pacífico, hacia la Ciudad de México.
Pero también estaba la División del Norte, liderada por el general Francisco Villa, aunque nominalmente bajo la égida del Ejército del NorOeste, pero que en los hechos funcionaba de manera independiente y autónoma.
Aquella, la del Ejército del NorEste, iba por el flanco de la Sierra Madre Oriental y el Golfo de México también con destino a la capital, lo mismo que la División del Norte, pero ésta rajando por el mero centro del país, por el altiplano.
Contra el gobierno huertista había otro grupo armado luchando con el fin de derrocarlo, el Ejército Libertador del Sur, al mando del general Emiliano Zapata Salazar, que obedecía al mando de los pueblos nahuas asentados en el Estado de Morelos y otros de estados aledaños.
Lo mismo que en el ejército de la División del Norte, la jefatura que tenía el general Pancho Villa se la debía a sus generales que lo habían nombrado como su Comandante en Jefe en la Hacienda de La Loma, en Durango, en la comarca lagunera, es decir, su mando no se lo había conferido el Primer Jefe, Venustiano Carranza, como le gustaba que le llamaran y se hacía llamar.
La fusión del obregonismo y los hombres de Sonora con el carrancismo y los levantados en armas de Coahuila y Nuevo León y parte del noreste mexicano coincidía en su visión del país que querían; eran los hombres rancheros, los farmers que tenían su inspiración en los ricos rancheros de la Unión Americana, que colindaba con sus estados, mientras que Villa proponía repartir las haciendas mexicanas en colonias militares entre sus soldados o combatientes y tener guardias armadas.
El zapatismo por su parte luchaba porque a los pueblos se les restituyeran las tierras de las cuales habían sido despojados por los hacendados, ricos y terratenientes, pero sobre todo por los “científicos”, como se le conocía al grupo de porfiristas que encabezaba José Yves Limantour.
También buscaba expropiar las tierras de los monopolios y de los grandes propietarios para que los campesinos tuvieran ejidos, colonias, fundos legales para pueblos o donde sembrar. Su guía y programa de gobierno era el Plan de Ayala, manteniendo con las armas en su mano la posesión de la tierra.
Como resultado de estas diferentes visiones de país, fue que el obregonismo y el carrancismo se unieron para pelear por los destinos del país y ver quien lo dirigía contra el villismo y el zapatismo que también se habían unido a raíz de la Convención de Aguascalientes, una vez derrotado el régimen del usurpador Victoriano Huerta.
Al día de hoy la Revolución fue una bola, un movimiento armado político y social que hoy poco se entiende cuando el día que se celebra, están en el mismo costal Álvaro Obregón, Emiliano Zapata, Francisco Villa y Emiliano Carranza, entre otros.
El zapatismo y el villismo tenían otra visión y en consecuencia otra propuesta de país, pero fueron derrotados militarmente.
Aunque en las guerras como en la política nunca hay derrotas ni victorias totales, es por eso que vemos las luchas que se libran hoy día –hasta por la forma de contar la historia- como una continuidad de esos movimientos por la libertad del pueblo mexicano.