Por: Julián Atilano (@JulianAtilano)
El pasado cuatro de junio hubo elecciones en los estados de Coahuila, Nayarit, Veracruz y el Estado de México. En los dos primeros se eligió gobernador, diputados y alcaldes, en Veracruz únicamente alcaldes y en el Estado de México sólo gobernador. Aunque eso de elegir es un decir, en este momento todavía no se sabe quién ganó en Coahuila –no sólo la gubernatura, también alcaldías y distritos–, ya que no se han contabilizado todos los votos y el Conteo Rápido no concuerda con el PREP.
Por otra parte, en el Estado de México ya se ha contabilizado el total de las actas pero se han señalado un sinfín de inconsistencias que restan certeza al proceso electoral. ¡Bendita democracia!
Respecto a las candidaturas independientes, pareciera que éstas no han logrado ubicarse en la preferencia del electorado. Desde el 2015 los casos exitosos se cuentan con los dedos de una mano y, por lo general, responden al pasado partidista de cada caso.
–Momento, ¿qué me dices de Pedro Kumamoto?
Es un caso que se entiende por la especificidad del distrito en términos sociodemográficos y en su comportamiento electoral. Además del trabajo que Pedro y Wikipolítica realizaron antes de buscar la candidatura. De esa manera los triunfos electorales no se explican a partir de generación espontánea. Pero veamos cómo les fue a las candidaturas independientes el pasado cuatro de Junio.
De los 122 municipios que conforman el estado de Veracruz, en 49 de estos hubo al menos una candidatura independiente de las 61 que participaron. Es decir, en algunos municipios contendieron dos o hasta tres independientes como en el caso de Coatepec y Xalapa. Únicamente lograron ganar las alcaldías de Coahuitlán, San Andrés Tuxtla y Tlacotalpan.
En Nayarit la presencia de candidaturas independientes fue relevante pero se ganó muy poco, únicamente tres regidurías. Para la gubernatura participaron tres candidatos, el más relevante fue Hilario Ramírez “Layín” quien alcanzó 11.9 % de la participación total (PREP-Nayarit). Respecto a las diputaciones, los 18 distritos que conforman la entidad tuvieron presencia de dichas candidaturas y en total 34 contendieron de manera independiente. De los 20 municipios nayaritas, en 17 hubo candidaturas independientes de un total de 24 candidaturas registradas por esa vía.
En el Estado de México sólo una candidata independiente buscó la gubernatura pero su presencia fue testimonial. Finalmente, con la información que se tiene hasta este momento, ninguna candidatura independiente podría ganar algún municipio o distrito en el estado de Coahuila.
¿Podríamos decir que las candidaturas independientes han fracasado?
Me parece que no. Es decir, depende en dónde queramos enfocar el análisis. Si valoramos el éxito de dichas candidaturas únicamente por el número de triunfos obtenidos, entonces sí. Pero si observamos que en todas las entidades hubo presencia de estas candidaturas y en algunos de los lugares donde se disputaron distritos, municipios y regidurías su participación fue considerable, estamos frente a una propuesta política sana y frente a una opción para quien quiera representar a un segmento de la población sin necesidad de vincularse a un partido. Lo cual es muy atractivo.
Es cierto que estas candidaturas son una alternativa diferente para el electorado y esta pluralidad fortalece la democracia, pero habría que analizar detalladamente cuántas de estas candidaturas provienen de rupturas al interior de los partidos, cuántas se han construido desde la sociedad civil, cuántas tienen opción real para competir o ganar, y cuántas tienen únicamente la intención de dividir el voto para favorecer a otro contendiente.
Aunque cualquiera de las anteriores alternativas es legítima, hay que mencionar que todas utilizan el mismo discurso y para el elector promedio eso es confuso o contradictorio. Es decir, qué le dice al electorado cuando una ex priista, un recién egresado universitario, una empresaria, un ex panista, un futbolista, una académica, un cantante o un payaso hablan del hartazgo hacia la clase política, o cuando hacen la absurda división entre la ciudadanía y la clase política.
En ese sentido –y sin caer en esencialismos– se ha trivializado el discurso independiente, ya se ha repetido tanto hasta vaciarlo de significado y no ha transitado a la propuesta. Además, de los que han logrado ganar alguna elección son pocos quienes han impulsado una agenda que le dé voz propia a dichas candidaturas.
Sé que el objetivo de las candidaturas independientes no es la homogenización de una agenda –en estricto sentido sólo son la posibilidad de contender sin un partido–, pero valdría la pena pensar que la distinción frente a los partidos radica en las buenas prácticas. Esas donde la corrupción, el nepotismo, las clientelas y un largo etcétera no se reproducen.
Lograr lo anterior no es sencillo. El triunfo electoral que pueda tener una candidatura independiente rebasa el carisma y buenas intenciones de quien ostente dicha candidatura –lo cual podría parecer paradójico para quien piense que el término “independiente” implica que una persona se abstraiga de su contexto–, ya que es necesario un trabajo previo a la candidatura, una estructura, capitales culturales, simbólicos y económicos, así como el interés de una determinada comunidad. Todo esto en un marco donde el sufragio sea efectivo.
Es así que antes de hablar de fracasos o triunfos, es importante situar las candidaturas independientes en cada contexto. Además, las barreras de entrada para el registro de candidaturas independientes son muy altas y el presupuesto que reciben es poco competitivo ante lo que recibe un candidato de algún partido.
Sería ingenuo creer que las candidaturas independientes desplazarán a los partidos, pero es factible pensar que su participación generará competencia y promoverá que los partidos le dediquen más tiempo a pensar en sus programas y en sus candidaturas.
A los partidos les interesa que las candidaturas independientes fracasen, ya que estos son aparatos burocráticos que necesitan del presupuesto para mantenerse y éste lo consiguen ganando elecciones. La disputa por el poder es una lucha constante.
Para finalizar, considero posible que en 2018 existan mejores propuestas y candidaturas, ya sean partidistas o independientes. Hay elementos que podrían impulsar tal idea gracias a la sofisticación del electorado, al voto de castigo y a la fragmentación de las elecciones –como se observó el cuatro de junio pasado–, entre otras cosas. Sin embargo, mientras la desigualdad económica atraviese a la sociedad y los gobiernos intervengan en las elecciones, lo anterior sólo será un bonito deseo.