Por: Roberto Estrada (@robertoestrada0)
Foto de portada: David Meléndez
Unas semanas atrás así cantaba Alfonso André en un concierto en Guadalajara: “De la mano de mi duende / Me hundiré en la ciudad / Monstruo y temblor / Me beberé un tequila, un mezcal / La penumbra ya no reinará / El sol saldrá / El sol saldrá”. Y al terminar de cantar esa rola llena de energía y esperanza le decía a su público emocionado y pendiente de sus palabras que “esperemos que algún día salga el sol”, refiriéndose a la situación de violencia, crimen e impunidad que se vive en México.
André estuvo en el Teatro Vivian Blumenthal como parte de los Miércoles Alternativo de Cultura UDG, para ofrecer una noche con las piezas de sus dos álbumes como cantante, Cerro del aire (2012) y Mar rojo (2015), pero la ocasión, más allá de sus importantes y necesarios aportes musicales en la escena rockera nacional, es el pretexto para escuchar la opinión de alguien que desde su parapeto artístico se siente comprometido a estar enterado y hablar de la realidad del país, y por supuesto, de lo que ocurre con Caifanes.
¿Cuál es la sensación de tocar las piezas de tus dos álbumes en Guadalajara?
Hace mucho quería venir a Guadalajara en mejores condiciones. La vez pasada vinimos a un concierto que creo que nadie se enteró, tocamos el primer disco, y un festival en que tocamos muy pocas canciones. Como que no había tenido chance de presentar a la banda en forma, esta va a ser la primera oportunidad real de verla como es. Me da mucho gusto, porque tengo muy buenos recuerdos musicales de esta ciudad. Ella fue de mis primeras salidas desde las Insólitas imágenes de Aurora, desde la Ciudad de México, cuando viajábamos todavía en tren.
Tenía ganas de quitarme la espina. Es difícil estar haciendo las cosas de manera independiente, y muy extraño también compararlo con el monstruo que es Caifanes, y venir a picar piedra de nuevo, encontrar lugares dónde tocar, y porque estoy haciendo algo diferente a lo que la gente me conoce, que es tocar la batería, así que es una experiencia aleccionadora el hacer mi proyecto solista. Vengo de los conciertos multitudinarios con Caifanes, y luego tocando en lugares pequeños, tratando de encontrar al público, y de abrir las puertas.
Ya tenías una voz con Caifanes, ¿ha cambiado ahora, no por las cuestiones instrumentales, sino interpretativas?
Supongo que hay mucho de Caifanes en mí. Y hay mucho de mí en Caifanes. Así que hay mucho de ellos, de La Barranca y de todas las bandas en las que he trabajado en mi proyecto, pero también me gusta pensar que tiene su propia personalidad y sello. Soy yo mismo y la mezcla de todas mis influencias. Todo lo que no pude hacer en los otros momentos.
Me gusta trabajar en equipo y a fin de cuentas la batería es muy de conjunto. En este que es mi proyecto tengo más voto, pero no deja de ser un equipo, que se ha hecho de manera muy orgánica. Empecé con Federico Fong, que es mi más antiguo aliado, ha estado en todas las bandas a las que pertenecí, en todas las barbaridades que he hecho, entra y sale de mi vida musical.
Empezamos él y yo. En el primer disco hubo muchos invitados, pero a la hora de subir al escenario formamos una banda, de manera muy orgánica. A Javier Calderón lo conocí en un homenaje a Cerati y a Lari Ruíz Velasco en bares.
El otro viejo conocido de casa es Chema Arreola, desde hace mucho. Llegó a tocar la batería en La Barranca cuando yo salía. Es además buen letrista, es parte fundamental del proyecto, en conjunto. Uno de los principales compositores es él, él hace la letra de la música que hacemos Federico y yo, escribe lo que acordamos entre los tres.
El estar rodeado de un gran equipo que además son viejos amigos, te da un gran entendimiento y cobijo escénico.
Sí, son grandes amigos con los cuales tengo mucha empatía musical, por eso obviamente están aquí. Estoy muy contento con este combo. No es que sea mejor o peor que los demás, pero sí es difícil encontrar un grupo de músicos con los que puedas hacer clic, y que se dé esa magia. A veces puedes estar rodeado de músicos muy buenos, pero no se da tal. Yo afortunadamente la he logrado tener en varias agrupaciones, obviamente los Caifanes, La Barranca, Jaguares. Así que me siento muy afortunado de la banda que tengo ahora y de los músicos con los que me he topado.
¿Esa magia de la que hablas, permanece en Caifanes o es algo que ya se perdió?
Ha pasado por muchas más broncas y años. Hemos estado sin hablarnos unos con los otros en distintas etapas. Creo que con todos me he peleado en algún momento. Pero también hay mucho amor y reconocimiento del talento de cada uno. Creo que con los años el ego se va poniendo cada vez más en su lugar, y aprendes a valorar a quien tienes al lado. Caifanes es una combinación de gente muy particular; son músicos muy diferentes que vienen de lugares muy distintos. No es el típico grupito que se juntaron desde la secundaria, y han crecido con las mismas experiencias y gustos musicales. Cada uno tiene una personalidad muy particular y definida. Esas individualidades hacen el sonido de Caifanes, que sea Caifanes. Hemos aprendido a valorar eso.
¿Caifanes da para más, o es una banda que ya quedó en el pasado?
Queremos pensar que sí continúa. Estamos trabajando para eso, queremos meternos a grabar algo este año, aunque sea un par de rolas. Es difícil, porque es meterse con un elefante blanco. Para mucha gente ya deberíamos dejar eso, nos dicen que esa historia ya fue, que Caifanes fue esos cuatro discos, y que no deberíamos hacer uno más bajo ese nombre. Otros quieren que lo hagamos, muchísimos piden algo nuevo. Pero sí es una responsabilidad fuerte. Los anteriores son discos queridos por mucha gente. Entonces es meterse con algo delicado, y es un grupo que dejó de grabar desde los noventa. Es mucho tiempo. No sabemos qué personalidad debería tener el grupo, cómo lo traemos al día de hoy, cómo plasmamos que hemos crecido cada uno de nosotros, sin que deje de ser Caifanes. Es un balance delicado entre que no suene igual y que no deje de ser. Estamos en esa búsqueda. Nos ha costado bastante trabajo. Aparte sentimos que es muy sano para la convivencia y supervivencia de Caifanes, el que no estemos como en su momento, metidos ahí solamente, sino en otros proyectos. Cada quien tiene su lugar para desafanarse un poco.
A pesar de que las generaciones han pasado, hay muchos seguidores jóvenes de ustedes.
Sí. Chavos que no les tocó Caifanes en su momento, y que de alguna u otra manera llegaron a la música que grabamos y les gusta. Nos agrada que les llegue lo que hicimos hace tantos años, que siga siendo vigente para ellos.
Y desafortunadamente pienso en una canción como “Aquí no pasa nada”, que se hizo hace muchísimos años, y es como si la hubiéramos escrito ayer, porque aquí sigue sin pasar nada, es muy triste, pero es verdad.
Volviendo a lo tuyo, ¿en Caifanes no tenías la necesidad de cantar?
Sí cantaba coros en algunas rolas. Siempre me ha gustado cantar, igual que tocar la batería. Siempre lo he hecho, soy cantante un poco de clóset. Tengo más personalidad de baterista, me siento más cómodo detrás de la batería y lejos del público, que ahí enfrente. Es mi posición más de confort la batería. Pero me la paso cantando siempre donde puedo. Tenía muchas ganas hace tanto tiempo de esto, pero había el pretexto de estar muy ocupado como baterista.
Pero en cierto grado también era porque yo sabía que me daba miedo estar ahí enfrente, no quería hacerlo porque me da mucho pudor eso de cantar, soy una persona bastante introvertida y me cuesta trabajo expresar a través de la voz, porque con cualquier instrumento me gusta sentir que hay alguien detrás, y por eso tengo un problema con la música electrónica. Me parece muy poco humana, artificial, todo es como el mismo patrón que se repite y repite, perfectamente cuantizado, en los peores de los casos, aunque hay cosas interesantes. Mi hijo está metido ahí y me ha puesto cosas que me gustan, pero por lo general me suena poco humano, demasiada máquina.
Así que a través de la batería yo he aprendido a expresarme y a sacar lo que traigo adentro, para mí es una catarsis, y estoy tratando de hacer lo mismo cantando. Hacer que la gente sienta algo.
¿Pero te consideras más baterista que cantante?
Pues tengo más años haciéndolo, de manera profesional, pero ahora estoy tomando clases de canto. Empezando un camino a mis cincuenta y tantos años. Me parece fantástico iniciar algo, y aprender cosas nuevas sobre mí, porque a fin de cuentas en el canto tú eres el instrumento, no hay nada más que tú, es parte de tu físico, y todo lo que pasa alrededor te afecta la voz. Es un instrumento muy extraño, y me encanta estarlo descubriendo. Todavía tengo mucho que aprender, llevo dos discos, y con mucho tiempo entre ellos por otros trabajos, entonces, ha sido difícil mantener la continuidad, pero quiero hacer otro disco.
¿Te estás reinventando al cantar?
No sé, tal vez sea un poco tarde para eso, pero sí descubriendo cosas nuevas de mí, caminar otra senda y crecer como intérprete de la voz.
La gente te ubica como baterista, ¿cómo sientes su respuesta en la faceta de cantante?
Hay de todo. Hay a quienes les parece bizarro, dicen que mi lugar es la batería, pero la verdad es que me han echado muchas porras, en redes sociales, la gente que conoce el proyecto y que no son tantos, porque ha sido una cosa muy casera. La forma en que se concibió, se grabó, se ha vendido y dado a conocer, todo ha sido a nivel independiente, hay algunos que no sabe que existe, pero quienes sí, generalmente tienen comentarios muy positivos, y la crítica también nos ha tratado bastante bien.
¿Y te sientes más cómodo con que sea independiente, alejado de la faramalla de las grandes compañías?
Por un lado sí, pero no porque me gustaría tener más tocadas, ir a más lugares, que más gente conozca lo que estamos haciendo, porque de repente hay desiertos de meses en que no sale nada, por más que le buscamos. Pero fuera de eso, la fama ya la tengo por otro lado, y la verdad no es algo que me encante. Me gusta hacer música, y gracias a esa fama hemos podido hacerla durante todos estos años, y de lo cual estoy súper agradecido, pero no la fama por la fama, sino como un vehículo para poder seguir haciendo música.
Alguna vez dijiste que te resultó más difícil hacer el segundo álbum, ¿cómo ha sido la evolución de uno a otro?
Pensé que el segundo iba a salir como mantequilla, pero pues no, al contrario. Después de pensarle mucho, sentía que había quedado tan bien el primero que me daba miedo decepcionar en el segundo, que no estuviera a la altura del primero (un poco lo que nos pasa con Caifanes, pero en menor escala). Me costó trabajo, pero una vez que empezó a girar la máquina, salió. Es un equipo de gente con la cual me entiendo muy bien, y el segundo ya fue hecho más como una banda, así que una vez que comenzamos a trabajar fluyó bien.
¿Y musicalmente cuál es el cambio?
Pues el primero lo siento más luminoso, es algo que empieza, que florece, con mucha esperanza, y ya en el segundo volví a las viejas andanzas. Toda la música que he hecho, en Caifanes, La Barranca, Jaguares, tienen sus partes luminosas, pero por lo general son bastante oscuras, y es algo que me gusta. Dentro de la música que escucho hay bastantes cosas oscuras, tiendo hacia eso en la música. Era un poco volver a eso, y también porque fue una etapa difícil para todos los que estábamos ahí involucrados. Yo perdí a mi papá, Chema tenía broncas familiares. Como que todos andábamos en momentos darks. Eso se ve reflejado en el disco.
Pero en cuanto a la cantada, me sentí más seguro en el segundo, me atreví a hacer más cosas. En el primero estaba aterrado. Estaba Cecilia (Toussaint) echándome la mano, y pues más me intimidaba, con ella diciéndome “no, está mal, otra vez” (en broma). La verdad me echó mucho la mano, y fue muy importante que estuviera ahí porque ella ha cantado toda su vida y ha estudiado la voz, fue un súper paro, pero sí me imponía.
Volviendo a lo de los temas oscuros, y pensando en la situación del país, ¿se refleja esto de alguna manera en tus letras y música?
Obviamente. Al fin de cuentas somos esponjas que chupamos todo lo que nos rodea, y al hacer nuestro trabajo, pues ahí sale, es una de las labores de un artista, ser un reflejo de lo que está pasando, en tu sociedad y en tu entorno. La canción Rayo, por ejemplo, sentimos que es tocar la decepción y la tristeza, pero al mismo tiempo sin perder la esperanza de que las cosas tienen que cambiar. El nombre del disco, no venía al caso, pero nos pareció una imagen muy fuerte, un mar rojo es como un mar de sangre, y cuando estaba saliendo el disco estaban las cosas muy densas, había mucho crimen. Sigue estando denso, pero creo que fue entonces de los momentos más álgidos de la violencia, con el narco y demás. Tiene que ver con la terrible realidad que vivimos en nuestro país.
¿Artística o políticamente cómo vislumbras México?
Me encantaría que cada vez nos involucráramos más. Hay mucho desafane, como “ay qué hueva, siempre va a ser igual, para qué voto, para que me meto, no me importa, todos son una mierda”. Creo que hay excepciones. Sí, la mayoría son una bola de hijos de la chingada y rateros, pero hay excepciones. Hay gente que está tratando de hacer las cosas bien y esos son los que hay que apoyar, pero para saber quiénes son hay que informarse, cosa que pocos hacen. Eso es una posición muy cómoda, que hace que los que abusan del poder lo hagan con total libertad, porque la sociedad no les exige lo que debería. Tiene que ver mucho con falta de educación, y con problemas de raíz. Y un pueblo mal educado es fácil de manipular, que es lo que estamos viviendo. Los políticos regalando pantallas para que todos sigan viendo televisión, en lugar de que la gente lea y se entere por otros canales de lo que realmente pasa, no las noticias oficiales que te presentan, que son una careta más, una mentira. Va por ahí, involucrarnos más en los problemas que nos atañen desde la colonia, el barrio, la ciudad.
¿Y más siendo una figura pública?
Todos. A lo mejor nosotros sembramos alguna semillita con la gente que nos sigue. Nos hemos ganado también muchas mentadas de madre con eso, pero no vamos a cambiar de forma de pensar por ello. Y sí, obviamente sentimos una cierta responsabilidad, no de tirar línea o de decirle a la gente “tenemos que hacer esto”, porque no somos nadie, simplemente compartir lo que nosotros vemos, más que lo que pensamos, es lo que sentimos, y a quien le quede el saco o se quiera sumar, bienvenido, y quien no, ni pedo.