Por: Raúl Valencia Ruiz (@v4l3nc14).
5 de marzo de 2017.- En algún lugar de la galaxia Gutenberg se encuentra una obra de especial importancia para la antropología mexicana. Su importancia radica en la novedad que significó dedicar atención a las características culturales, económicas, políticas y sociales de una región y las poblaciones a su interior no indígenas en el Occidente mexicano. Hasta ese momento, los antropólogos habían privilegiado, de manera exclusiva, el estudio de comunidades indígenas del centro y sur del país. El trabajo de Manuel Gamio (Porrúa, 1916) y Robert Redfield (Nueva antropología, 1982) constituyen los pilares de la antropología mexicana, cuyo objetivo inicial fue el de la inclusión de los pueblos indios al proyecto nacional mexicano, en el inicio del siglo XX.
En La formación histórica de una región: Los Altos de Jalisco (CIESAS, 1986), el antropólogo Andrés Fábregas Puig describe y analiza, entre otros temas, la naturaleza de la cultura y organización social que durante mucho tiempo diferenciaron a Los Altos de Jalisco y a los alteños, respecto a otras regiones y habitantes del estado de Jalisco y el país. Algunas de las costumbres y prácticas ahí descritas aún permanecen, otras han comenzado a diluirse; otras más han sido adoptadas desde que ese estudio se realizó en la década de los setenta del siglo pasado.
Entre las novedades que de entonces a la fecha podemos constatar, una tiene que ver con el café y los cafés. El número 43 de la revista Estudios jaliscienses (Febrero de 2001), editada por el Colegio de Jalisco, fue enteramente dedicado a Lagos de Moreno; Andrés Fábregas participa con un artículo titulado: «Lagos de Moreno en 1973», un texto sobre su arribo por primera vez a Lagos en aquel año. En él señala:
El personal de La troje, la cafetería-restaurante frente a un costado de la plaza, no se bastaba para atender a los juveniles parroquianos que, en su gran mayoría, consumían café y refrescos.
No obstante, si bien es cierto que desde antes y entonces en Lagos, así como en otras poblaciones alteñas, existen «cafeterías-restaurantes» a dónde reunirse con propósitos varios, los cafés como espacios dedicados enteramente a esta bebida son relativamente nuevos.
Los cafés, desde que se popularizaron en Europa para convertirse en lugares donde se discutían asuntos públicos, han sido asociados a una cultura del ocio o la conspiración. El carácter conservador y tradicionalista que merecidamente hemos recibido los alteños, aunque Lagos puede ser la excepción que confirme la regla, donde el trabajo es una virtud, de alguna manera rechaza todo acto o relación que no tenga un propósito claro, definido y acorde a la costumbre, la tradición o la religión. En tanto, sugiero que el establecimiento de los primeros cafés en Lagos, además del interés comercial que los pudo impulsar, tienen que ver más con un cambio cultural y revaloración del empleo social del tiempo.
Sin hacer menos a establecimientos como los restaurantes «Riviera», «El colonial», «Rapid lunch» u otros, en mi opinión el primer café que como tal abrió sus puertas en Lagos, fue impulsado por el entonces Campus Universitario de los Lagos, de la Universidad de Guadalajara, al interior de la Casa Serrano y dedicado al Premio Nobel de Literatura 2002, Imre Kertész. Poco tiempo después, luego de haber sido casa de cambio y expendio de periódicos y revistas, José Delgado abrió en los arcos de los portales de la calle Benito Juárez, en el centro de la ciudad, el Brecafé, espacio que al día de hoy es un referente obligado al hablar de la vida cotidiana en nuestra ciudad. Hoy en día, Jesús Delgado, «don Chuy», es quién administra el Brecafé, quien junto con su equipo de colaboradores ofrece, en mi pobre opinión, el mejor servicio de cafetería en todos los Altos de Jalisco.
A partir de entonces, en distintos puntos de la ciudad, la oferta de cafés se ha expandido y diversificado para beneficio de una población cada vez más amplia y con gustos varios. En ello, aprecio que no solamente en Lagos hemos adquirido gusto por el café y sus múltiples métodos de preparación; hemos cambiado sin perder aquello que nos caracteriza, lo que muestra al cambio como necesario y, hasta cierto punto, natural. En un afán por figurar a la ciudad como un destino turístico, el café y los cafés han contribuido a que los habitantes y visitantes contemos con espacios de encuentro, ocio y discusión de los asuntos públicos, todo comienza con una frase sencilla: Un café, por favor.
Hoy en día, gracias a la labor de académicos de la Universidad de Guadalajara, del Archivo Histórico Municipal de Lagos de Moreno e historiadores independientes como el maestro Carlos Gómez Mata (quien ha publicado importantes obras como Lagos indio, Las torres de mi parroquia o Alzamiento, guerrilla, destierro y muerte de Tenamaztle. Eslabón de la guerra Chichimeca, por citar algunos), nuestro conocimiento sobre la historia de Lagos y la región de los Altos de Jalisco se ha enriquecido; sin embargo, considero necesarios nuevos estudios sociológicos y antropológicos que den cuenta de las transformaciones y procesos socioculturales que, desde La formación histórica de una región: Los Altos de Jalisco, hasta la fecha han ocurrido. Así, tener un mayor conocimiento sobre nosotros mismos.