Por: Alicia Preza Marín (@AlyPreza)
Foto de portada: Mayra Ramírez
Hace unos días estuve en la hermosa isla de Cuba. Todos me preguntan que cómo me fue y si las cosas están tan mal allá como parecen, como nos las platican. La verdad es que la pasé de maravilla, gasté mis pocos ahorros porque realmente no es tan barato como lo pintan, ni se me acercaron decenas de personas para pedirme dinero, caramelos o maquillaje (solo unos cuantos con esa intención).
A pesar de la dificultad para conseguir ciertos productos básicos, como agua o simples toallas sanitarias, lo que me traigo de la isla es la buena voluntad de su gente (la mayoría), las miles de atenciones y el buen trato que dan a los mexicanos. Nadie nos miente cuando dicen que los cubanos tienen un gran amor por nuestro país.
Tengo presente a dos personas en particular; el primero un hombre llamado Daniel, de más de 50 años, que nos atendió en un restaurante en Varadero. Daniel replica las fiestas mexicanas, adora a la Vírgen de Guadalupe y festeja el día de muertos aunque sus vecinos lo tachen de loco (nos pidió le enviáramos una Catrina para su colección de objetos mexicanos).
Nos contó con lágrimas en los ojos que cuando recibió a la Vírgen de Guadalupe en su casa se le erizó la piel y lo primero que hizo fue pedir por los mexicanos, "porque ustedes lo necesitan más que nosotros", nos dijo.
La segunda una mujer de unos cuarenta y tantos años que junto con su hija nos llevó a recorrer el Callejón de Hamel en La Habana (sin cobrarnos un solo peso). Ella es enfermera y me contó que su trabajo la ha dejado salir del país a brindar ayuda humanitaria.
Aunque ha viajado poco, sólo por ese tipo de situaciones le gustaría recorrer el mundo, sobretodo conocer México, aunque le da miedo. Tiene miedo de que al estar en nuestro país la asalten, la golpeen o la desaparezcan.
"Aquí no hay inseguridad ni corrupción como en su país. Siéntanse libres", nos dijo.
Me platicó que cuando se enteraron de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, en su trabajo se unieron en oración por el pueblo mexicano.
"Es un pueblo muy bueno que no merece sufrir tanto".
Cuando le conté que había más de 20 mil personas desaparecidas en todo el país, se le fue el aire, no podía asimilar el dolor de más de 20 mil familias sin saber dónde están sus padres o sus hijos, sus tíos o abuelos.
Poco antes de despedirnos me dijo que seguiría pidiendo por nosotros, que ella no tenía dinero ni pertenencias, pero al menos se sentía libre en su propia ciudad y no podía imaginar el temor de no regresar viva a ver a sus hijos.
Les cuento esto porque hoy, a poco más 24 horas de estar de nuevo en México, leo cientos de publicaciones con el hashtag #SiMeMatan y me parece realmente triste que haya tantas razones para tener miedo de que nos maten, de no regresar vivas a casa. El pueblo cubano con todo su amor tenía razón; vale mucho más la sensación de libertad.
En mi ciudad y mi país no me siento libre, no puedo recorrer las callejuelas con la cámara colgando del cuello o con un vestido corto que amortigüe el calor. En mi caso, #SiMeMatan será porque no tenía miedo de hablar, porque viajaba sola, andaba en bici, salía con amigas y amigos, conocía gente.
Será porque preferí vivir en unión libre antes que casarme. Será porque a mi edad no he tenido hijos y preferí salirme de la casa de mis papás para ser independiente.
Si me matan será porque le contestaba a los acosadores y exigí mis derechos como peatón y ciudadana. Mi profesión, como me lo dijo un conocido alguna vez, sólo me da la posibilidad de ser desaparecida o encajuelada. Porque me distraía en las calles respondiendo los mensajes de mis amigos o leyendo sola en un parque a cualquier hora.
Si me matan será porque siempre hice lo que quise hacer, al fin y al cabo, para eso se vive.