Por: Roberto Castelán Rueda (@CastelanRob)
Con la invención de Frida Sofía, Televisa dio una pésima lección de periodismo y una excelente cátedra de mercadotecnia.
Desde hace muchos años, Televisa no es una empresa dedicada a hacer periodismo. Su función principal es la venta de contenidos noticiosos y la elaboración y venta de productos destinados a diversos mercados, por medio de diferentes formatos.
Los contenidos noticiosos no necesariamente son productos periodísticos aunque para su elaboración se empleen todos los elementos del periodismo dentro de una cadena de producción de valor que convierte a periodistas y reporteros en conductores, opinadores, vendedores y promotores del producto final, cuya intención no es informar con veracidad como lo exigiría el canon más añejo del periodismo, y hasta ahora aún vigente, sino satisfacer una necesidad del cliente, elaborarle un traje a la medida aunque de este resulte una “fake news”. O precisamente porque de éste resultará una “fake news”.
Por otro lado, la fuerte inercia de la sociedad del espectáculo, como su nombre lo indica, todo lo convierte en espectáculo para la recreación de las multitudes. El periodismo no podría escapar del campo de esa inercia. Al contrario, uno de los requisitos para que el periodismo se mantenga vigente en esta sociedad, es que él mismo se convierta en espectáculo, es decir, se vuelva atractivo sin importar la forma de serlo para vender mejor su producto.
El periodismo tradicional queda poco a poco en manos de las necesidades económicas de la empresa y de los requisitos y exigencias de un buen espectáculo. Además, la expansión del internet, y sobre todo el dinamismo de las redes sociales, trajo la aparición de nuevos actores que en poco tiempo se hicieron indispensables en la transformación del periodismo tradicional hacia un nuevo periodismo.
Pero en este esquema de transformación ¿qué sucede con la noticia? La noticia se convierte en un producto comercial para el mercado, muy competido por cierto, y en parte de un espectáculo lo más atractivo posible, para la recreación y el entretenimiento de las multitudes.
La noticia cuya única finalidad era la de informar, pierde su valor y se hace necesario darle un valor agregado. La noticia pierde importancia por sí misma.
Suponiendo que la existencia de Frida Sofía fuera real ¿cuál sería su importancia? ¿En qué consistiría su valor real? Probablemente no en el hecho del rescate con vida de una niña de entre los escombros de una escuela. La ciudad estaba llena de posibilidades de ese tipo, pero se decidió establecer un punto específico para que la noticia se diera.
Ahí es donde Televisa da una pésima lección de periodismo: comienza a preparar las condiciones para crear, inventar una noticia que, obviamente, se convirtió en una falsa noticia ateniéndose al viejo principio que, también aún vigente, ha marcado la otra cara del periodismo, el mal periodismo, el periodismo carroñero: “dame las fotografías, yo pongo la guerra”.
A Televisa le bastó tomar como fuente un comentario o un exabrupto de un almirante de la marina, sin verificar, sin contrastar datos, lo cual tiempo atrás sería considerado como una pésima práctica periodística, para construir el andamiaje de un producto y un espectáculo con un gran potencial comercial, lo cual en la actualidad es considerado como una excelente práctica mercadotécnica.
El que una noticia sea falsa, no evita que pueda convertirse en un extraordinario producto comercial. Tal vez sea al contrario: en una sociedad dominada por el mercado y el espectáculo, la espectacularidad de una falsa noticia puede ser muy redituable.
Y en eso reside la gran lección de mercadotecnia de Televisa: mostró cómo crear un producto vendible y atractivo aún para la competencia, capaz de convertir en prosumers al antiguo televidente pasivo y útil como promotora de imagen de actores claves en el momento de crisis: la reportera que se expone y se desvela para mantener informado a su público y la institución armada que pone sus recursos y su esfuerzo para salvar a los ciudadanos en desgracia.
La credibilidad del medio, de la empresa encargada de producir noticias falsas no se pierde, al contrario, el espectáculo que podría ser considerado como vergonzoso de los dos conductores de noticieros y el “mea culpa” de la reportera responsabilizando a la Marina de ser fuente de noticias falsas, puso el ingrediente emocional-sentimental necesario para toda buena historia digna del canal de las estrellas.
El caso Frida Sofía como la forma ideal del periodismo-empresa, llegó para quedarse.