Por: César Octavio Huerta (@zorrotapatio)
La vida en paz y armonía, y la aparente tranquilidad que perciben los turistas en el sur de Jalisco son sólo un espejismo. Así lo considera Carmen Aggi Cabrera, una periodista que conoce las entrañas de las regiones que conforman esta parte del estado.
Más allá de los paisajes rulfianos y la hermosura de sus playas, los moradores de esta parte de Jalisco viven una realidad dura, terrible, pues no sólo están avasallados por los grupos de la delincuencia organizada.
"En el sur de Jalisco hay regiones que están muy lastimadas por las violaciones graves a los Derechos Humanos y de esto casi no se habla, de esto casi no se lee porque hay un silencio motivado por el miedo. La gente tiene miedo de hablar, la gente tiene miedo de decir lo que pasa, porque saben que es una realidad muy diferente la que ocurre en Guadalajara a los municipios del interior".
Así lo contó Carmen Aggi el pasado 20 de abril durante la presentación del informe de derechos humanos del 2017, realizado por el Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo AC (Cepad).
No sólo viven silenciados, también con temor de salir a la calle y toparse con algún representante de la autoridad, ya sea elemento de la Fuerza Única, de la Secretaría de Marina o el Ejército, pues solamente basta tener cara de sospechoso para ser detenido de forma arbitraria.
Si bien te va en los retenes de las Fuerzas Federales, cuenta la periodista, te roban el dinero en efectivo, te despojan del celular o la computadora y "te ponen una pistola en la cabeza y te dicen que te vayas". Pero si no, se puede padecer tortura en alguna de las brechas que abundan en la zona, donde regularmente "nadie ve y nadie escucha, y si alguien ve y escucha, mejor se calla".
"Ahí torturan y pareciera que en los vehículos de las autoridades, pues hay todo tipo de instrumentos para que puedan realizar correctamente la tortura: hay palas, hay picos, hay pinzas, hay bolsas, hay tablas que utilizan para torturar" expresa la periodista.
Las víctimas de este delito de lesa humanidad, no solamente son hombres, también hay mujeres, ancianos y hasta niños, pues los victimarios, no hacen distinción de género, edad, color de piel o grupo social.
Si alguna de las víctimas logra sobrevivir a la tortura, narra la periodista, las víctimas tienen miedo de denunciar los hechos ante la Fiscalía General de Jalisco o la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDHJ), pues saben que aunque lo hagan, ni pasará nada, ni se les resarcirá el daño y su agresor permanecerá en la impunidad.
"Las víctimas se quedan calladas y agradecen porque no pasó a mayores, porque siguen vivos, porque bueno, aunque me torturaron, no me mataron. Es una constante que se vive en las regiones", señala Aggi Cabrera.
Las personas que se arman de valor y acuden a denunciar, en lugar de ser atendidas por las autoridades terminan siendo ofendidas por los ministerios públicos o los delegados quienes en su afán por no investigar e incrementar las cifras de violaciones a los Derechos Humanos tratan de convencer a las víctimas de que desistan, de que nada sucederá.
"Cuando las víctimas de tortura quieren interponer la denuncia, les dice el Ministerio Público, o el delegado, "ay, es que nada más te tablearon. Vete a tu casa, estás vivo, no pasó nada". Porque además, no va a pasar nada. Y esa es una gran constante".
Despojos
Lo anterior puede ocurrirle a cualquier persona, pero si también se dedica a defender las playas, las sierras, la tierra, el agua o a las personas, el cuadro se vuelve todavía más complicado: puede costarte la vida.
Prueba de ello, es el asesinato de varios activistas y líderes sociales en los últimos años. Así lo constata la periodista Carmen Aggi, quien desde el portal de noticias Letra Fría ha documentado varios de estos casos.
"En diciembre, asesinaron al líder de Morena en Casimiro Castillo, asesinaron a Salvador Magaña, quien era el líder de Movimiento Ciudadano en esa región. ¿Y qué se sabe de las investigaciones? No han avanzado. Tampoco se sabe nada de la desaparición de Celedonio Monroy Prudencio, un líder nahua de Ayotitlán. Y así poco a poco han ido silenciando a los líderes".
Pero no todas las historias pueden ser publicadas. El silencio que se vive en el sur de Jalisco también es padecido por los periodistas en el ejercicio de su profesión.
La libertad de expresión no existe y muchos de los casos de graves violaciones a los Derechos Humanos, se quedan al interior de las redacciones, no se convierten en noticias porque el miedo a morir es latente y el único recurso disponible es la autocensura.
"Sabemos que no todo se puede contar, porque si se cuenta nos pueden matar. Y si nos matan entonces quién va a informar. Es bastante grave lo que pasa. Por eso sostengo que hay dos realidades: lo que ocurre en la zona metropolitana y lo que ocurre en los municipios del interior".
"Es más fácil ejercer el periodismo en Guadalajara que en una comunidad indígena, en donde todos te conocen, en donde saben, dónde vive tu mamá, dónde estudian tus hermanos, a qué hora sales del trabajo, en qué vehículo te mueves. Es bastante difícil".
Pese a esta realidad, en el sur hay voces como la de Carmen Aggi que hacen todo lo posible por vencer el miedo y el silencio, dan la batalla con un periodismo al servicio de los sin voz, quienes resisten los embates de guerra que no deja de fabricar víctimas de tortura, muertos y desaparecidos.