Por: Roberto Estrada (@robertoestrada0)
Luego de haber leído el libro El inconcebible universo. Sueños de unidad, del novelista y ensayista José Gordon, le comento al entrevistarlo que a pesar de que el texto trata sobre grandes hombres de la ciencia y sus elaborados conceptos, él ha dispuesto su escritura de una manera tan amable, sencilla y lúdica que al lector le resulta un total disfrute el abordar sus páginas.
Así que Pepe, como le gusta que le llamen de cariño, se toma tiempo para darme su sentida respuesta: “De lo que se trata es de comunicar la pasión por el conocimiento, que es una pasión que existe desde la niñez, pero que luego vamos perdiendo. El gran escritor Bruno Schulz, por eso tal vez decía que debemos madurar hacia la infancia. Es decir, madurar hacia la curiosidad y la capacidad de asombro. Y la ciencia siempre nos plantea esta idea de descubrir nuevos mundos, de ver lo que está detrás de lo aparente, pero curiosamente la literatura también”.
Entonces, Gordon dice que “sin confundir metodologías, porque la ciencia tiene una forma de acercarse al conocimiento y la literatura otra forma y otro rigor, lo fascinante es que hay ciertos rasgos entre la ciencia y la literatura que se conectan o se pueden vincular fácilmente con el lector, si uno permite que las ideas básicas de ambas disciplinas o de ambas zonas de exploración de lo que nos rodea, las podamos entender con lo que representan, que son hallazgos”.
El inconcebible universo. Sueños de unidad, fue presentado en la pasada FIL de Guadalajara, bajo el sello de la editorial Sextopiso, y cuenta con ilustraciones de Patricio Betteo.
En este libro –dice Gordon– se exponen ideas tan novedosas y extrañas que son difíciles de metabolizar, de procesar. Surgidas de investigaciones y estudios referidos en libros y revistas especializadas, y de conversaciones con protagonistas de vanguardia en el mundo de la ciencia y el pensamiento. Sus breves capítulos familiarizan poco a poco con estos nuevos conceptos que tienen el encanto de lo portentoso.
Para Gordon esto no sería posible sin la comunión que existe entre ciencia y literatura. Por eso dice que tanto la una como la otra comparten la idea del descubrimiento.
“La ciencia nos lleva a conocer prácticamente nuestro origen, lo que ocurrió hace 13 mil millones de años, en esta hipótesis maravillosa del origen del universo en el Big bang. Pero también la literatura nos descubre zonas de conocimiento. En este marco recuerdo una maravillosa frase de Octavio Paz que plantea lo que la literatura nos puede revelar: ‘Cierra los ojos y a oscuras piérdete bajo el follaje rojo de tus párpados’. Lo que ocurre es que no lo conocíamos porque no lo sabíamos nombrar. La poesía al nombrar nos abre zonas de experiencia”.
Además, señala que otro punto que comparten el arte y la ciencia es el descubrir mundos que están interrelacionados.
“La ciencia lo hace a través de ecuaciones, que plantean equivalencias entre áreas distintas, y la literatura lo hace a través de metáforas. Esta palabra viene del griego y quiere decir mudanza, de un concepto a otro, para establecer puentes y vínculos; relaciones. Las dos están ligadas con la curiosidad y la capacidad de asombro. Lo que siente un niño cuando descubre una nueva idea, tanto en ciencia como en literatura es algo fascinante, y si mantenemos vivos estos vínculos para acercarnos a la realidad, resulta que se vuelve amable el libro en la medida en que nos conecta con algo que nos explica, que nos permite leernos mejor”.