Morena Jalisco, una esperanza que quiere ser realidad

Por: Jorge Gómez Naredo (@jgnaredo)

I

Este calor que cala. Que hace sudar. Este calor con su sol enorme lleno de rayos y su crueldad. Desde hace muchos años la canícula no había sido tan severa en Guadalajara. ¿Será que los ayuntamientos pasados y los actuales han dejado que los privados corten árboles por todos lados y eso ha elevado las temperaturas? ¿Será culpa de los miles de autos que entran a diario al parque vehicular? ¿Será que algo (un Dios, un Todopoderoso, la Diosa Naturaleza) nos castiga por una afrenta que hicimos los que habitamos acá?

La Plaza de la República no estaba llena, pero casi. ¿Hacer cuentas? ¿Arriesgarse a poner una cifra? Puede ser que seis mil. Puede ser que once mil. Puede ser que poco más. O poco menos.

El Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) es un partido político nuevo. En Jalisco participó en las elecciones pasadas y le fue mal. Pero a nivel nacional, Morena es un caso muy extraño, porque a pocos años de haberse fundado, compite de tú a tú con partidos que llevan años y que cuentan con estructuras bastante poderosas y erarios públicos a su disposición. El ejemplo más reciente fue el Estado de México, el bastión priísta más importante del país que estuvo a punto de ganar Morena.

La cita es a las seis de la tarde, pero hay retraso. Quien habla menciona que el mitin, o más bien, la firma del “Acuerdo de Unidad por la Prosperidad del Pueblo y el Renacimiento de México”, se retrasará una hora.

Mitin de AMLO en Guadalajara. Foto: Jorge Gómez Naredo

II

Entre la gente, hay personas que venden camisas y gorras con el logotipo de Morena. También hay puestitos con venta de banderines, pulseras y demás cachivaches relacionados con Morena. Algunos ofrecen libros. La mayoría de ellos son obras que ha publicado Andrés Manuel López Obrador. Resalta su libro anterior: “2018: La salida. Decadencia y renacimiento de México”. Me llama la atención que, en un puesto, un chico vende dicho libro, y al lado, muy juntito, unos tres ejemplares de “México Negro”, de Francisco Martín Moreno. ¿Usted se imagina que, en un mitin de López Obrador, haya alguien que ponga a la venta, junto a las obras de AMLO, un libro de uno de los antilopezobrarodistas más furibundos y falaces del país?

La imagen no saca chispas, pero casi.

Simpatizantes de Morena llegan a la Plaza Juárez. Foto: Jorge Gómez Naredo

III

Antes, en 2006, o incluso en 2012, cuando Andrés Manuel López Obrador venía a Guadalajara, los mítines que aquí daba tenían algo que no lo asemejaba a un clásico mitin de partido político. No sé, una chispa, una distinción. Eran actos políticos, sin duda, pero también sociales. De movimiento social. De lucha combativa. De irreverencia ante el poder de los que se sienten dueños del país y roban y explotan y hunden a los mexicanos.

Quizá no todos. En 2012, cuando las elecciones de gobernador, AMLO acudió al cierre de campaña de Enrique Alfaro en la Plaza Juárez. Fue, recuerdo, un acto más de partido que de movimiento social. Más de acarreados de Tlajomulco que de gente convencida.

Hoy, en la plaza de la República, aunque es un acto de partido político, queda aún ese algo de movimiento social, ese no sé qué que hace diferentes las concentraciones de gente que apoya a AMLO de otras concentraciones de gente que apoyan a otras figuras públicas. No como antes, pero sí con algo de antes. Ojalá no se pierda eso. Ojalá Morena refresque la política en el país. Ojalá la lucha social que ha acompañado al movimiento lopezobradorista no se diluya. No se vaya. No desaparezca.

AMLO en la firma del acuerdo de unidad en Jalisco. Foto: Especial

IV

Enrique Michel llegó temprano. Se pasó como media hora atrás del templete, mientras esperaba el arribo de Andrés Manuel López Obrador. Era notoria su presencia ahí: había camionetas lujosas, guaruras cuidándolo y un joven, recién salido de la adolescencia, sostenía un paraguas negro y enorme para que el empresario dueño de “Dulces de la Rosa” no se quemara con el sol brutal que pegaba desde el cielo.

Enfrente del templete, con sombrillas de muchos colores, unas con el logotipo de Morena, la gente, gente sin guaruras y sin autos lujosos, se tapa el tapatío sol inhumano de las seis y media de la tarde. Resaltaban los ancianos, que con esfuerzos enormes acudieron al mitin. Pero también había muchos niños con sus madres. Venían de varios lugares de Jalisco: que de Tonalá, que de Zapopan, que de Tlaquepaque, que de Tlajomulco, que de Lagos, que de Ciudad Guzmán, que de…

No se fueron a pesar del calor y del retraso en el mitin. Unos, eso sí, se concentraron en los lugares de sombra. Benditos árboles que dan limones y que, además, proporcionan espacios sin sol.

Simpatizantes de Morena en la firma del acuerdo de unidad en Jalisco. Foto: Jorge Gómez Naredo

V

Ella tendrá unos setenta años. Camina lento. Blusa amarilla y cabello blanco. Se pasea por el mitin con un pendón de Andrés Manuel López Obrador. Nada raro. Acá la gente va con sus banderas de Morena. Pero hay, a pesar de todo, algo extraño. Algo digno de tomar en cuenta. El pendón es de 2006, de esos que se fijaban en los postes de teléfonos o de luz.

El pendón muestra a un AMLO mucho más joven, y al lado de él, las siglas de la coalición que lo postuló en 2006: el PRD, el PT y el Partido Convergencia, que hace algunos años se convirtió en Partido Movimiento Ciudadano.

Lo interesante de dicho pendón es el lema (el cual aparece con letras muy grandes), un lema que puso nerviosos a muchos empresarios y políticos corruptos: “Por el bien de todos, primero los pobres”.

En la historia reciente de este país, solamente AMLO ha postulado como su propuesta principal de gobierno poner, en el centro de la labor política y administrativa, a los nadies de este país. A los pobres. A los marginados. A los que el sistema ha dejado a la deriva.

Ese pendón de 2006, que esa señora ha guardado durante casi 12 años, me recuerda el por qué estoy aquí, el por qué estamos. El por qué luchamos. El por qué hemos salido a las calles. El por qué hemos protestado. El por qué hemos soñado con un país distinto. Sí, ese pendón es la esencia: la justicia en este país debe existir. No podemos continuar con la desigualdad entre pobres y ricos, entre los muchos (que son los nadie) y los pocos, que son los que siempre se han sentido dueños de México.

Por eso estoy aquí. Por eso estamos aquí. Ojalá que todos los que están en esta plaza lo entiendan. Ojalá que los que aspiran a contender a un puesto público lo sepan y lo tenga siempre, toda la vida, presente. Lo dijo Andrés Manuel López Obrador cuando habló: la lucha no es por un cargo público, la lucha es por la transformación del país: por la prosperidad del pueblo mexicano, ese pueblo tan maltratado, tan vilipendiado: tan empobrecido.

Una mujer carga un pendón de la campaña de AMLO en 2006. Foto: Jorge Gómez Naredo

VI

Camino mientras AMLO habla en el templete. La gente observa. La gente guarda silencio. Pone atención. Los morenistas: con sus banderas ondeando, con sus esperanzas en los rostros.

De repente, me detengo. Observo. Dos policías de Guadalajara miran con dirección al templete. Uno lleva puestos sus lentes oscuros como de deporte extremo. AMLO habla de la gasolina: todos los partidos políticos, excepto Morena, votaron a favor de aumentar el combustible. Dos policías de Guadalajara miran con dirección al templete. Están entre la gente. Escuchan. Guardan silencio. Ponen atención.

Cuando AMLO hace una pausa en su alocución, uno de los policías voltea y mira a su compañero, y como quien ha descubierto un secreto largamente guardado, habla: “pinches cabrones, nomás nos están chingando. Este don tiene razón”. Su compañero policía asiente. Ambos reflexionan. AMLO vuelve a hablar, y los dos, nuevamente, miran con rumbo al templete. Callan. Ponen atención.

Quizás esos policías no lo sepan, pero hace algunos años, su jefe, Salvador Caro, también era un simpatizante de AMLO, y también, en los mítines de éste, callaba, escuchaba, ponía atención.

Hoy, las cosas han cambiado, y Salvador Caro no está presente en esta Plaza de la República. Pero varios de sus policías sí, y muchos, durante el discurso de AMLO, guardaron silencio, miraron hacia el templete, pusieron atención y reflexionaron.

Policías de Guadalajara observan a AMLO en el mitin. Foto: Jorge Gómez Naredo

VII

Me detengo. Escucho a Andrés Manuel. De repente, un hombre desnudo pasa enfrente de mí, y junto a él, otro, y otro, y otro. Después viene uno más que lleva solamente calzones, y otro más, y otro, y otro. Y dos chicas desnudas que pintaron sus senos color azul.

¿Qué pasa? ¿De dónde salieron?

Todos van montando su bicicleta.

Es el paseo World naked bike, que se organiza para visibilizar a los ciclistas, y se exige con ello el derecho a transitar por la ciudad sin ser atacado por los automovilistas.

Como hay tanta gente, los ciclistas que van unos desnudos y otros semidesnudos, tienen que esperar a pasar: lo hacen lentamente, paso a pasito. Esto sucede cuando AMLO habla. Algunos morenistas se ponen enojados, les molesta que, con su presencia, los ciclistas desnudos hagan que mucha gente, en lugar de mirar rumbo al templete, observe lo que hay entre las rodillas y la cintura de los manifestantes sobre ruedas.

“Oigan, pero, por qué pasar por acá”.

“Oigan, pero por qué mientras AMLO habla”.

“Oigan, pero no pudieron, viendo tanta gente, dar una pequeña desviación a su trayecto”.

Los ciclistas sonríen. Una señora, malhumorada, les pega pequeñas nalgadas con un banderín. Pero solamente una. Unas señoras, setentonas todas, que están sentadas en unas sillas, miran y, de vez en cuando, tratan de abrazar a los ciclistas para felicitarlos por su lucha. Al menos ésa es la intención que ellas le externan a los manifestantes desnudos y semidesnudos.

AMLO en la firma del acuerdo de unidad en Jalisco. Foto: Especial

VIII

Andrés Manuel hace referencia a Vicente Fox, quien hace unos días dijo que hará todo para impedir que Morena y AMLO lleguen a la presidencia de México. AMLO reflexiona: “dos veces nos hemos confrontado políticamente, y vamos empatados”.

La primera vez, cuando el desafuero, Fox fue derrotado y reculó. La segunda, en las elecciones de 2006, y con toda la maquinaria y el dinero del Estado, Fox ganó imponiendo fraudulentamente a Felipe Calderón.

 Así pues, dice AMLO, el 2018 será la tercera, digamos, caída.

AMLO en la firma del acuerdo de unidad en Jalisco. Foto: Especial

IX

Morena, hace tres años, era nada en Jalisco. En las elecciones de 2015, le fue mal. Pero parece ser que las cosas van cambiando. Y esto quizá le preocupa, más que al PRI y al PAN, a Movimiento Ciudadano y a Enrique Alfaro.

No conviene a quienes han hecho de la palabra “ciudadano” su estandarte publicitario (y político) que exista una fuerza que le reste votos. Quizá Morena no logre juntar la suficiente fuerza para competir con Alfaro por la gubernatura de Jalisco. Quizá. Pero también quizás sí lo haga, o lo intente hacer.

Por eso, ante esta preocupación (que ahora puede ser mínima, pero que aun así es preocupación), seguramente Movimiento Ciudadano estuvo al tanto de cuánta gente había, qué decía AMLO y quiénes firmaban “el acuerdo de unidad para la prosperidad del pueblo y el renacimiento de México”.

AMLO en la firma del acuerdo de unidad en Jalisco. Foto: Especial

X

Muchos morenistas piensan que hay varios personajes que recientemente se han integrado a Morena y que no deberían estar ahí. Gente, arguyen, que está por los cargos públicos y no por la transformación del país. Quizá tengan de razón. Sin embargo, el acuerdo de unidad no es una mala idea, siempre y cuando no se olvide lo esencial: los cargos públicos no son el fin, el fin es cambiar a este país que se está yendo, cada hora que pasa, más a un abismo del cual, un día, no se va a poder salir.

Son tiempos complicados. Pero deben ser, también, tiempos de esperanza. Y ojalá que Morena sea eso, una esperanza que, de tan fuerte, se haga realidad.