Por: César Octavio Huerta (@zorrotapatio)
I
La Habana, Cuba, a 21 de marzo 2016.- En una histórica fotografía, la bandera de las barras y las estrellas vuelve a ser izada, después de 54 años, en la embajada de La Habana, Cuba. La escena, inimaginable décadas atrás, ahora es una realidad. Los diarios del mundo comienzan a pronosticar el inicio de una transformación social que dicen será radical: adiós al socialismo en el pequeñito país del Caribe que un día decidió rebelarse contra la potencia más poderosa del planeta.
La imagen contiene tanta fuerza que produce en mi inconsciente la idea de una Cuba en extinción, que cambiará radicalmente tras la visita de Barack Obama y sus palabras anunciando el fin del bloqueo económico impuesto por Estados Unidos desde 1961, la entrada triunfal del capitalismo.
¿Llegarán los Mc Donalds a La Habana? ¿Los taxis colectivos de los años cincuenta serán sustituidos por coches de Uber? ¿Los anuncios de la Coca-Cola serán colocados en las paredes donde ahora aparece la imagen del Che?. Con esa idea en mente, viajo a La Habana para comprobarlo.
II
A marchas forzadas, cientos de cuadrillas trabajan en los barrios más emblemáticos de La Habana. Resanan las paredes, pintan las fachadas, balizan calles y avenidas por donde pasará el presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Como en todos los países del mundo, el gobierno cubano quiere ofrecer una imagen urbana distinta a la habitual, al menos por donde pasará el convoy de visitantes, capas de pintura que no logran ocultar la situación que viven la mayoría de los habitantes de la isla, afectada por el embargo económico de 5 décadas.
Todos los días, los cubanos tratan de conseguir algunos CUC (peso convertible cubano equivalente a un dólar), adicionales a los ingresos que perciben como trabajadores en algún empleo formal del estado, donde los ingresos en pesos cubanos (CUP) no son suficientes frente a una economía basada en la paridad CUC-dólar. Idean miles de estrategias en los lugares donde trabajan para quedarse con algo, construyen redes de solidaridad entre sus conocidos, inventan todo tipo de artilugios y negocios, pasean turistas por el casco histórico, rentan las habitaciones de sus casas, venden comida, ropa, y a veces hasta sexo.
El salario medio, de unos 23 CUC al mes, no alcanza para comprar los productos más indispensables. Un médico, una de las profesiones más valoradas en Cuba, percibe 30 CUC, un periodista percibe 15 CUC. El sueldo promedio de un trabajador es de unos 10 CUC al mes.
Con ese dinero no alcanza para comprar arroz, frijoles, papas, aceite, huevos, azúcar y café. Ni pensar en carne de res o leche. Una comida criolla (arroz con frijoles y unos trozos de carne de cerdo) cuesta el equivalente a 2 CUC en un paladar barato, palabra con la que se conocen los pequeños lugares de cocina económica. Una bebida “Cuba Libre” en el famoso bar La Casa de la Música, cuesta 4 CUC. Un refresco o una cerveza cuestan 1 CUC.
Si bien es cierto que los cubanos reciben una libreta de abastecimiento que les otorga una canasta básica de alimentos en la que se incluyen 2.7 kilos de arroz por persona al mes, de cuatro a cinco huevos por persona a la quincena, azúcar, pan, leche, café, aceite y de vez en cuando cigarrillos, eso es insuficiente, pues no incluye frutas, verduras, carne de cerdo o res, ropa, zapatos y productos de higiene personal, que resultan inalcanzables con los bajos salarios.
Pero a veces de nada sirve tener CUC en la bolsa. La mayor parte de las tiendas de La Habana y el interior del país parecieran saqueadas. Sus estantes lucen semi-vacíos y en ellos siempre falta algo, si no es papel de baño es café, si no es café es pasta dental, jabón o suavizante de ropa.
La mayoría de los comercios son parte de un aparato gubernamental lento, enorme, que lo controla todo. Su presencia en cada una de las cosas que hacen los cubanos es asfixiante. Ahí es cuando uno piensa en la necesidad de que una economía socialista se abra un poquito más y los pequeños negocios florezcan.
Quizás, la falta de poder adquisitivo sea el problema más grande que tienen los cubanos. En contraste, nadie puede negar que los niños son los más felices del mundo. Juegan en las plazas o extensos jardines en los que el verde lo cubre todo, sueñan con ser Messi o Cristiano Ronaldo cuando patean una pelota, asisten a estudiar con el estómago lleno y cuentan con el respaldo de un Estado que no los abandona en las calles después de un concierto como sucede en casi todos los países del mundo, pues a pesar de la desorganización, encuentra la manera de regresarlos a casa en autobús.
A diferencia de países como México, Colombia, Honduras y Venezuela, donde el narcotráfico y las bandas de crimen organizado rebasan al estado, en Cuba estos ilícitos, prácticamente inexistentes en la isla, son castigados con severidad y quien se atreve a intentarlo enfrenta duras penas. Los jóvenes no crecen con la aspiración de convertirse en sicarios para tener los lujos que les vende el mercado y la televisión. No hay balaceras, secuestros, desapariciones, levantones, miles de muertos por todo el país. La vida, a pesar de las carencias, tiene un valor que al menos en México no se le conoce.
La revolución del Che, Fidel, Camilo y Mella se sostiene en dos pilares fundamentales que en el mundo moderno capitalista son verdaderos privilegios: la educación y la salud. Todos los cubanos nacen con el derecho a estudiar gratuitamente hasta el nivel universitario y no tienen que pagar uniformes, colegiaturas o libros de texto. Además, la atención médica es gratuita y reconocida a nivel mundial. Son algunas de las ventajas de vivir en este socialismo.
III
En los noventas, si un niño llegaba a la escuela mascando un chicle, él y su familia podían considerarse traidores a la patria, pues eso era una muestra de que se había hecho algo ilegal para obtener un ingreso extra que les permitiera obtener esa golosina, un lujo entonces. Ahora eso es cosa del pasado. Tras suceder en el poder a su hermano Fidel Castro, Raúl Castro Ruz implementó una serie de medidas con el fin de legalizar prácticas que todo el mundo hacía en la clandestinidad arriesgándose de ir preso por hacer pequeños negocios entre particulares, sin la anuencia del estado.
La apertura del gobierno cubano a la existencia de emprendimientos como tiendas, carnicerías, hostales, hospedaje en casas particulares, bares, paladares, pizzerías y cafés, han provocado una explosión de la economía que ha impactado en el mejoramiento de vida de los cubanos. La minoría de personas que trabajan bajo esta modalidad son conocidos como “cuentapropistas”.
Junto a eso, la entrada cada vez más alta de remesas por parte de los cubanos que salieron al extranjero en busca del sueño americano, han conseguido contribuir con el sostenimiento de sus familiares en la isla. Son una parte importante de la economía nacional. De acuerdo con un reporte de 2012 elaborado por la firma The Havana Consulting Group, el 62% de los hogares cubanos recibieron dinero del exterior.
No obstante que los cambios han sido positivos, según los propios cubanos, en el fondo albergan un mal que comienza a mostrarse: hacen visibles diferencias sociales. Unas semanas atrás, en una entrevista con el diario argentino Página 12, el trovador cubano,Silvio Rodríguez lo anticipó: “Cuba ha entrado en una etapa de cambios que eran necesarios porque tenemos cosas obsoletas. Pero esos cambios son riesgosos, entre otras razones porque están acentuando las diferencias de clase”.
José, un obrero dedicado a la herrería, me cuenta preocupado: “Yo tengo que matarme trabajando para que mi hijo tenga sus tenis Adidas y no deje de estudiar, no sea menos que los demás en su escuela”.
IV
La palabra revolución está por todos lados. Se anuncia en las paredes, en los hospitales, en las oficinas de gobierno y en los monumentos. La gesta histórica más importante de la segunda parte del siglo pasado en América Latina está plasmada por todo el país. Pero los héroes revolucionarios del pasado ya no convocan multitudes.
Los jóvenes que visten con tenis y camisas de marca, ahora son movidos por el reguetón y la música electrónica. Atrás quedaron los tiempos de la nueva trova cubana. Adiós a Silvio Rodríguez, Pablo Milánes. Lo de hoy es escuchar al grupo Gente de Zona, o ser parte de una fiesta electrónica con Major Lazer en La Tribuna Antiimperialista.
Más allá de los cambios culturales es difícil aceptar que el reguetón contenga más de dos frases con contenido social, pero lo hay. En casi todas las calles de La Habana, en los taxis colectivos, guaguas, casas y discotecas, un mensaje oculto retumba en los oídos de los cubanos: “Hasta que se seque el malecón” , que cantan los cubanos; en el fondo el anhelo es llegar caminando a Miami.
V
Radio Reloj, diez con treinta y dos minutos: Obama abrirá el juego de beisbol en el Estadio Panamericano… Radio Reloj: diez con cincuenta y un minutos: El embajador cubano ante la ONU denunció el imperialismo estadounidense…
Desde el día del restablecimiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, las noticias están llenas de contradicciones. Pero no es el único lugar en el que se dan este tipo de cosas. En las calles de La Habana, casi todas las conversaciones giran en torno a la visita de Obama.
Quizá, quienes enfrentan los dilemas más grandes son los cubanos más cercanos a la revolución. Para ellos, la visita de Obama es preocupante, digna de un meticuloso análisis teórico marxista.
“¿Cómo es posible que Cuba, el país más antiimperialista del mundo, reciba con los brazos abiertos al enemigo?” se cuestionan un grupo de jóvenes, sentados en una banca de Paseo del Prado. La pregunta, llena de un profundo significado, detona una discusión interesante en la que cada uno da su punto de vista.
Después de darle mil vueltas al asunto, a uno de ellos se le ocurre una idea: “¿Y si nos manifestamos frente a las narices del representante del imperialismo mundial?”. La pregunta, inquieta al grupo. Más discusiones. ¿Cómo será recibido el mensaje por los propios y extraños? ¿Uno se convierte en contrarrevolucionario por manifestarse contra el enemigo yanquie? Qué difícil es tomar una decisión.
Otros cubanos con los que hablo, quizá los menos (es difícil saberlo porque muchas veces las posiciones políticas se ocultan por miedo a la reprimenda política) piensan que la visita de Obama traerá vientos de cambio y harán que el régimen de los Castro se desmorone, poco a poquito.
En general, los cubanos no tienen muchas esperanzas de cambio con la histórica visita de Obama a Cuba. Aunque el escenario más soñado sea el fin del bloqueo económico de Estados Unidos, son conscientes de que es una decisión del Congreso estadounidense, dominado por los republicanos, quienes se opondrán a que esto suceda, y en caso de que Donald Trump se quede con la Presidencia, se revertirían los guiños de Obama hacia la isla.
Saben también que cualquier decisión respecto a la nueva relación con Estados Unidos, será tomada desde la cúpula política del partido único, quienes serán los beneficiarios de los jugosos contratos de las transnacionales con las empresas que como un pulpo, controla el gobierno.
En un país donde el Estado es dueño de todo, la nueva relación con el ex enemigo público número uno beneficiará a los mismos de siempre, la cúpula política que lo decide todo. Al menos, eso es lo que me cuenta Jasiel, un hombre de unos treinta años que se dedica a la venta de souvenirs en La Habana.
En voz baja, como ocultándose de alguien o algo, Jasiel me explica lo difícil que ha sido para él intentar echar a andar su sueño: una pequeña fábrica de costura que le dé trabajo a la gente y al mismo tiempo pueda posibilitar la creación de ropa con telas de alta calidad.
Durante más de diez años lo ha intentado. Como casi todos los cubanos, Jasiel ideó miles de proyectos para hacer realidad su sueño. Fue de aquí para allá hasta que se hizo de contactos que lo ayudaron a conseguir materia prima. Fue una buena época en la que su negocio prosperó… hasta que el gobierno se enteró. A partir de ahí, todo se vino abajo. ¿De dónde salió la materia prima? ¿Quién se la dio? ¿Qué envidioso fue a contar el chisme? Pese a todo, Jasiel sonríe. Se salvó de ir a la cárcel y todavía puede soñar desde la libertad con el día en que sus máquinas de coser estén encendidas, haciendo vestidos, playeras, pulóveres.
Sea lo que sea, escribo: ojalá el imperio del norte que tanto ha hecho daño a las venas abiertas de América Latina ponga fin de una vez por todas a los abusos, termine con su injusto bloqueo, deje a los cubanos en paz. Cuando el avión emprende su vuelo en las alturas, las palabras de Silvio Rodríguez cuando le preguntaron sobre el acercamiento de Estados Unidos con Cuba retumban en mi cabeza: “el pueblo cubano merece vivir mejor, con menos tensiones y dolores”.