Por: Julián Atilano (@JulianAtilano)
La hemos visto reproducir prácticas corporativistas, cuando fue presidente municipal en Texcoco retuvo una parte del salario de los trabajadores del ayuntamiento. No le interesa impulsar algunos de los puntos fundamentales de la agenda de izquierda. Además, en su formación y tradición política han imperado las relaciones verticales entre cúpula y bases, los cacicazgos y el clientelismo como forma de alcanzar el poder.
En la política son pocas las personas que no reproducen en mayor o menor medida las anteriores prácticas. Sin embargo es posible hacer comparaciones y distinciones. Al parecer, frente a Alfredo del Mazo no le va tan mal a la candidata de Morena. No es gratuito que le dispute el primer lugar a una de las maquinarias más aceitadas del PRI a nivel nacional.
Se ha repetido hasta el cansancio lo que significa la elección del Estado de México para la contienda de 2018. Pero se habla poco sobre los significados que tiene una derrota del PRI en dicha entidad. Parece una ficción que desde hace 90 años un solo partido haya gobernado. Un partido que tiene el control casi absoluto de los poderes locales, lo cual les permite ser una de las cajas chicas para fortalecer grupos políticos, financiar campañas y perpetuarse. Todo en un esquema de corrupción.
¿Esta situación ha hecho que se aminoren las críticas hacia el programa político de Delfina Gómez? Si es así, se le está dando un cheque en blanco para justificar cualquier omisión y mantener muchos de los serios problemas que tiene el Estado de México. Una vez más, a la alternancia electoral se le estará adjudicando una serie de atributos que no tiene.
Sin embargo, no se puede negar que el cambio de partido en el gobierno pueda saciar la sed de democracia en algunas personas, ya que trae consigo nuevas agendas y programas. Además, el simple cambio de la estructura burocrática trae modificaciones sociales. También es cierto que si gana Delfina las redes clientelares que ha mantenido el PRI no desaparecerán, ya que Morena las trabajará y dinamizará –si es que quieren mantenerse en el poder por varios sexenios–. Como ocurrió cuando el PRD ganó la Ciudad de México en 1997.
Lo anterior no necesariamente es un problema si se ataca la desigualdad, la inseguridad o se incrementa el bienestar de las personas. Es sana e importante la relación estrecha entre gobierno y sociedad, el problema es cuando los programas sociales se entregan a discreción o se solicita el voto a cambio de éstos.
Aunque se ha dicho que Delfina no es la mejor candidata, para muchas personas es la mejor calificada o la oportunidad de cambio. La política es profundamente simbólica para un gran sector del electorado y les puede llegar más una foto de Delfina abrazando a un gatito que una persona que se encuentra en un mercado popular comprando un kilo de galletas de animalitos, con un vestido de diseñador, peinado que requiere de otras manos y un par de cirugías plásticas.
En esa lógica, tampoco todas las personas consideran que Juan Zepeda es el mejor candidato. Sería un ejercicio simplón analizar a este candidato sin observar su pertenencia al PRD. Partido que en muchas ocasiones no ha tenido voz frente al PRI o al PAN. Dicho de otra manera, muchos de los problemas que el electorado mexiquense padece han nacido gracias al apoyo y a los votos del PRD en el legislativo.
Hago esta comparación porque ningún partido o candidato –aunque Cuauhtémoc Cárdenas piense lo contrario– tiene el monopolio de la representación de la izquierda. Las personas también construyen sus preferencias electorales por sus contextos y trayectorias. Cada persona decidirá cuál es la mejor propuesta.
Si gana Delfina es probable que muchos problemas se mantengan, se reproduzcan y tal vez otros mejoren o incluso se resuelvan. No lo sabemos. Lo que sí es posible saber es que si gana, su triunfo abrirá un boquete simbólico en la entidad: el voto es efectivo pero sobre todo, el PRI no es invencible.