Por: Julián Atilano (@JulianAtilano)
No tenía pensado escribir sobre Rubí, hacerlo me parecía un ejercicio monsivasiano. Sería como si escribiera sobre el Niño Fidencio o María Félix; un juego analítico entre antropología y frivolidad. Sin embargo, el caso de Rubí implicó un fenómeno en el marco de la interacción virtual que trastocó la vida cotidiana de la comunidad de La Joya, Municipio de Villa de Guadalupe en San Luis Potosí. Sobre esto me parece oportuno reflexionar.
El video lo vi después de dos semanas de su publicación, en ese momento ya se había convertido en un éxito en las redes sociales. Mi resistencia se construyó con las decenas de videos misóginos, xenófobos, homófobos, lesbófobos, clasistas y todo lo que quieran agregarle a la lista que circula en internet. Cuando decidí verlo ya conocía gran parte del relato, entendía algunos memes e incluso había leído algunas críticas de mi respetable comunidad tuitera y feisbuquera. No obstante me faltaba observar las expresiones, escuchar las voces, conocer el escenario y otros detalles que siempre hacen falta.
Posteriormente en la calle comencé a escuchar los comentarios relacionados a la invitación que nos hizo el padre de Rubí. Por ejemplo, hace veinte días, mientras estaba en una vulcanizadora el joven que cambiaba la llanta me dijo de manera amable y con cierta complicidad: ¿ya listo para la fiesta de Rubí? Mi mirada microsociológica se extasió, ya que entendía una pequeña parte del universo simbólico del menor —le calculé 12 años—. Le contesté que sí y le hice un par de preguntas. Desde ese momento pensé en los quince de Rubí pero ahora como un caso de estudio. Todo esto desde la sociología espontánea como diría el buen Pierre Bourdieu, o banquetera como dicen en el barrio.
Un video que se difundió en las redes sociales virtuales implicó transformaciones en la vida cotidiana de La Joya, un poblado sin internet, sin hospital ni drenaje. Después de la fiesta de Rubí dicha localidad no volvió a ser igual, ya que las múltiples experiencias en la población durarán más de un día. También se realizaron transformaciones materiales en las casas, las calles y se incrementó la presencia del Estado.
Dicha situación evidenció las desigualdades que se viven en el país. La pobreza de la localidad y del municipio de Villa de Guadalupe no es un tema menor. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), clasifica a dicho municipio como zona de atención prioritaria.
Es decir, “áreas o regiones, sean de carácter predominantemente rural o urbano, cuya población registra índices de pobreza, marginación indicativos de la existencia de marcadas insuficiencias y rezagos en el ejercicio de los derechos para el desarrollo social” (2015). Lo anterior en un escenario donde el secretario de Desarrollo Social, Luis Miranda Nava, no tiene conocimientos sobre la pobreza en México, únicamente sobre el ejercicio del clientelismo político.
Los quince años de Rubí propiciaron que la CFE colocara plantas de energía en la localidad, que el gobierno de San Luis Potosí movilizara personal de protección civil, policías y ambulancias. También que habilitaran espacios para estacionamientos y un lugar para celebrar la fiesta. Es decir, financiamiento del Estado y de particulares para organizar una fiesta en un municipio marginado.
A pesar de lo anterior, el gobernador de San Luis Potosí, Juan Manuel Carreras, utilizó recursos públicos para asistir a los quince años y el gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila, invitó a Rubí y a sus papás a Valle de Bravo. Pero eso no es todo, en la embriaguez del momento, el alcalde de San Blas, Nayarit, Hilario "Layín" Ramírez, —ese que roba poquito—, le regaló un automóvil a la quinceañera.
Por otra parte, cambiando un poco el tono, el caso de Rubí también nos mostró las posibilidades inacabadas que existen en el proceso de la interacción virtual. En específico saber por qué este video tuvo tal trascendencia y por qué rebasó los límites de las redes sociales. Aunque cualquier respuesta quedaría corta es posible realizar las siguientes observaciones.
El caso de Rubí implicó la articulación de las redes sociales y la televisión, esta última como caja de resonancia de la primera. La dinámica fue tersa, por un lado porque el rito de los quince años está interiorizado en México —así como en otros países— y por otro, porque el contenido fue muy digerible: la invitación a una fiesta.
No olvidemos que la radio y la prensa también se sumaron. En ese sentido, la prensa, la radio y la televisión generaron contenidos que bombardearon a la población en general. —Se sabe que en estas fechas hay muy pocas noticias para cubrir, pero llamó la atención el ímpetu que muchos programas mostraron para construir un relato—.
Asimismo, el caso de Rubí va más allá de la posibilidad de que un contenido se viralice, el alcance que tuvo estuvo mediado por los universos simbólicos de los receptores; pero también por la conectividad y los dispositivos tecnológicos digitales que han modificado las dinámicas de comunicación entre las personas. Este punto es central para entender las dinámicas en un escenario donde la mitad de la población tiene internet y nueve de cada diez internautas utiliza alguna red social virtual, como sucede en México.
Estamos frente a la adaptación del espacio virtual en la vida cotidiana, navegar en internet o utilizar alguna red social virtual ya no es cosa de jóvenes. Incluso es posible estar informado sobre algunos temas que se difunden en dichas redes sin utilizar internet; la convivencia con las personas que sí están conectadas y la exposición a otros medios de comunicación posibilitan dicho acercamiento.
Finalmente, detrás del espectáculo que presenciamos y que de alguna manera somos partícipes se encuentran brechas económicas y sociales que casi siempre se intentan ocultar. O lo que es peor, brechas que se amplían con el despilfarro de recursos públicos o con nuestra indiferencia. Ojalá no repitamos algo parecido y mucho menos legitimemos lo absurdo por un poco de risas —que lamentablemente hacen mucha falta—.