Por: Roberto Castelán Rueda (@CastelanRob)
27 de octubre 2016.- Nikita es una película dirigida por Luc Besson que se hizo muy popular en los años 90. En ella se narra la forma en que el estado francés reclutaba delincuentes de alta peligrosidad para entrenarlos y destinarlos a misiones secretas e ilegales. El estado que opta por el mal, para"evitar un mal menor", bajo la divisa de que en la defensa del estado todo se vale.
El caso Vega Pámanes ilustra lo que podríamos llamar "el método Nikita": la audacia y sangre fría del criminal al servicio de los intereses del estado.
Porque no se podría decir que el caso Vega Pámanes sea un caso aislado: un abogado con antecedentes criminales que logra colarse hasta los más altos niveles de la impartición de justicia de su estado. Para ser concretos, hasta el más alto nivel. No es la excepción de la regla, es la mejor comprobación del abandono por parte del estado de los principios para los cuales fue creado, sobre todo el que se refiere a la protección del ciudadano.
El ciudadano no está protegido por el estado. Está sometido por este, por medio del empleo de individuos audaces y de alta peligrosidad como Vega Pámanes.
Los intereses del estado, ajenos a los intereses de los ciudadanos, no pueden estar en mejores manos. Las instituciones al servicio del estado requieren de funcionarios que reaccionen con sangre fría, sin pensar en las consecuencias legales de sus actos y resuelvan, de manera limpia y paradójicamente, legal, los asuntos bajo su encomienda. Como en la película Nikita: ni la ética, ni la ley, deben ser considerados instrumentos para resolver el tipo de problemas que seles encomienda. Al contrario, salen sobrando.
Esa capacidad de astucia y sangre fría, explica, por ejemplo, la inmediata disposición del presidente del Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Jalisco, para enviar a la Suprema Corte de Justicia y tratar de promover una controversia constitucional, el caso de un posible delincuente electoral.
Aunque es real, imaginemos la escena: un antiguo delincuente, protege, para proteger también sus intereses y los intereses del estado al que representa, a un posible delincuente electoral y para ello recurre a la Suprema Corte de Justicia. Es el ladrón que entra a robar a la estación de policía. La audacia y la sangre fría como instrumentos del ejercicio del poder.
Las llamadas para liberar delincuentes, las extorsiones, los favores, son cosa de todos los días en este ejercicio del poder al servicio de un estado que desde hace ya mucho tiempo perdió el sentido de su propia naturaleza.
El enorme crecimiento de las actividades del crimen organizado, los cada vez más estrechos vínculos entre empresarios, políticos y criminales, hasta casi confundirse, sólo pueden explicarse gracias a la eficaz actuación de un enorme ejército de funcionarios muy bien preparados, al servicio del estado.
La única diferencia con la película Nikita, es que ella actuaba desde la clandestinidad. En el estado mexicano, sus criminales actúan desde la honorabilidad de los altos puestos públicos. ¿Para qué ocultarse?