Por: Martha Eva Loera*
La estanflación, fenómeno que combina el estancamiento económico con la inflación, es un posible escenario para este año y el que sigue, lo que podría contribuir a la generación de una severa crisis en México, que sería igual o peor a la de 1995, si el gobierno no evita la escalada de precios, afirmó el doctor Martín Romero Morett, jefe del Departamento de Economía del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas (CUCEA), al ser entrevistado sobre el panorama que el país enfrenta para este año.
Explicó que, en teoría, el impacto en el alza del precio de las gasolinas no debería de ser mayor al porcentaje que afecta a las estructuras de costos. Por ejemplo, si una empresa se dedica a producir muebles y su estructura de costos por gasto de gasolinas es de 5 por ciento (por ejemplo, 5 pesos) sobre el monto total del producto (que podría ser de 100 pesos), el aumento debería ser sólo sobre esos 5 pesos y no sobre el resto; sin embargo, muchos comerciantes optan por subir 15 o 20 por ciento al costo total de los productos debido al desorden económico.
Romero Morett compartió que la inflación una vez que empieza se autoalimenta, entonces los comerciantes suben los precios conforme el cliente se deje, debido al pánico generado y al miedo de que a su vez a ellos les vendan los productos más caros.
Dijo que en febrero podría darse un nuevo incremento de 8 por ciento en los precios de las gasolinas, y que habrá revisiones diarias a los mismos durante este año, lo que generaría una escalada de precios.
El gobierno federal debe tener la sabiduría de detener la escalada de precios a tiempo. Una posible medida es la eliminación del Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS), que significaría una baja del precio de la gasolina, explicó el investigador universitario, quien aseguró que alrededor de 40 por ciento del precio de estos insumos se debe a este impuesto y al IVA.
Si no son tomadas las medidas necesarias el ciudadano podría enfrentar un panorama en el que aumente la pobreza, ya que el alza de precios implica un bajo poder adquisitivo y por lo tanto una baja demanda de productos que incidirían en la producción de bienes y servicios y el desempleo.
“Mucha gente de clase media podría empobrecerse. Mi temor es que ante un incremento de pobreza, aumente aún más la delincuencia”.
El académico señala que es difícil pronosticar cuánto duraría una estanflación, que calificó como la peor trampa del crecimiento económico.
“La última vez que el país enfrentó una situación semejante fue en los años 80 y 90, que pudo superar gracias a un pacto económico, en vísperas de que México formara parte del Tratado de Libre Comercio (TLC)”.
Explicó que en esos años el país era superavitario en alimentos, es decir, los ingresos por este concepto eran superiores a los gastos, “pero nos olvidamos del campo; ahora somos importadores de alimentos, el mercado de los hidrocarburos no deja un excedente en dólares y se requiere dinero para pagar el déficit”.
Las reformas estructurales se hicieron con la lógica de continuar abriendo la economía del país, para que sirva de plataforma a las empresas internacionales que quieran instalarse en México y exportar a Estados Unidos, pero esta política ya no funciona, el modelo está fracasado y el gobierno tiene que entenderlo.
Un cambio en el modelo de desarrollo implica que sea incentivada la industria nacional.
“El país tiene que ser la plataforma de la industria mexicana, tanto de la micro, pequeña y mediana empresa, y no de la inversión extranjera. Tienen que ser reorganizadas las cadenas internas de producción, éstas deben ser apoyadas con incentivos y facilidades de crédito; además, hay que promover el desarrollo científico y tecnológico. Ya hemos perdido muchos años apostando al modelo exportador que privilegia la industria extranjera”.