Por: Iván Serrano Jauregui*
“PABLO MALANDRO” es una de las frases que alguien rayó sobre uno de los petrograbados que se encuentran en las montañas de la ribera norte del lago de Chapala. Esta piedra con jeroglíficos, que datan del año 1200, es sólo una de las que han sido vandalizadas y que los habitantes de la localidad de Mezcala, en Poncitlán, han identificado.
La historiadora y estudiante del doctorado en Ciencias Sociales en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH), Rocío Martínez Moreno, señaló que en el último año se han incrementado los rayones y extracción de estas piezas para su venta ilegal, tanto de las rocas como de las pinturas que se encuentran en cuevas de la zona.
“En las pinturas rupestres, ubicadas en la parte más alta de la localidad, se ven huellas de que han ido a dinamitar dentro de la cueva para llevarse piezas. Poco a poco ese patrimonio que tenemos en el estado lo han ido destruyendo, pero también lo han saqueado para comercializar las piezas”, compartió.
Explicó que en los últimos quince años tanto en Mezcala como en los pueblos cercanos se ha incrementado la afluencia de turistas, y que algunos visitan estas obras y aprovechan para grabar su nombre en las rocas.
“Es difícil porque no hay ayuda del gobierno, se supone que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en Jalisco tendría que armar un plan para proteger estas piezas, así como la misma comunidad”, subrayó.
Martínez Moreno expresó que hace años el Comisariado de Bienes Comunales de Mezcala interpuso una denuncia ante el INAH sobre el cuidado de estas piezas; sin embargo, el personal de la instancia le dijo, de manera extraoficial, que ellos no tienen la capacidad de atender este patrimonio, y que solamente se enfocan en los centros arqueológicos más conocidos.
Explicó que al ubicarse las rocas grabadas en diversos puntos de las montañas, es difícil que exista un cuidado y defensa de las mismas, como sí ocurre con los vestigios que están en la Isla de Mezcala, a la que acuden turistas recurrentemente.
No hay un censo por parte de las autoridades estatales, ni del INAH, que establezca cuántas de estas piedras grabadas existen en la región Ciénega de Jalisco, y las que se conocen son resultado de la tradición oral o por la documentación realizada en el libro Petroglifos de la Ciénega, escrito en 2003 por el ingeniero Juan Alfredo Morales del Río, académico del Centro Universitario de la Ciénega (CUCiénega).
La historiadora lamentó que muchos de los grandes petrograbados que se muestran en ese libro ya no existen.
“No hay un estudio que nos diga una fecha exacta, pero hay aproximaciones –sostuvo–. Las pinturas rupestres son las más antiguas, hay arqueólogos que nos han mencionado que datan del 2000 antes de Cristo. Los petrograbados son de aproximadamente del 1200 después de Cristo”.
Para inculcar el respeto a este patrimonio, Martínez Moreno ha organizado en el comedor comunitario Paradero Insurgente de Mezcala una serie de talleres para que niños y jóvenes conozcan la importancia de esta herencia prehispánica y prehistórica. Ella pretende realizar un estudio sobre este legado, con el fin de que sea preservado como se merece.