Por: Julio Ríos*
“Me has dado la Biblia”, así le dijo el escritor Gabriel García Márquez a su compatriota Álvaro Mutis, quien dos días antes le había regalado un ejemplar de Pedro Páramo, una de las dos obras maestras de Juan Rulfo. Con esta anécdota, Juan Villoro, cronista, cuentista, ensayista y novelista, ejemplificó la influencia y trascendencia de la obra del autor jalisciense, de quien resaltó la “perfección absoluta” de su literatura, su enfoque “local sin fronteras” y la “dolorosa” vigencia de sus temáticas.
“Los temas que trató Rulfo no han dejado de tener una importancia capital. Vemos la dolorosa actualidad de sus temas en relatos como “Paso del Norte” (de El llano en llamas), que termina en una balacera en la que los migrantes arriesgan su vida. Este tipo de historias cobran relevancia en tiempos de Donald Trump”, aseguró el autor de Tiempo transcurrido.
Villoro ofreció este mediodía la conferencia “Historia y mito de Juan Rulfo”, en el marco de la Cátedra Hugo Gutiérrez Vega, en el Paraninfo Enrique Díaz de León de la Universidad de Guadalajara.
“Los relatos de Rulfo están atravesados por todo tipo de violencia: intrafamiliar, desigualdades de género, discriminación amparada por impunidad; lo cual no ha dejado de acontecer. Tenemos un país violento que no ha podido establecer paz consigo mismo. Y, por ejemplo, de los caciques presentes en la obra de Rulfo, que confunden lo público con lo privado, ejerciendo poder y disponiendo como si fuera su patrimonio, tenemos ejemplo en el caso emblemático de Javier Duarte”, subrayó Villoro.
Señaló que Rulfo ha influenciado a importantes escritores. Por ejemplo, alguna vez el japonés Kenzaburo Oé, ganador del Premio Nobel de Literatura, le confesó que vino a vivir a México para conocer el país en el que creció “el mejor narrador que había leído jamás”.
Recordó que el corpus esencial de su narrativa se limita a dos libros: El llano en llamas y Pedro Páramo.
Al respecto, recordó una fábula de Augusto Monterroso que relata que en una selva, donde todos los animales eran intelectuales, el Zorro escribió una obra maestra. En los cocteles literarios alabaron su libro y le pidieron un segundo. El Zorro escribió una segunda excelente obra para demostrar que su talento no era obra de la casualidad.
Pero al solicitarle un tercer libro, reflexionó que al ser el animal más astuto, buscaban que cayera en el error de escribir una mala obra. Por eso no escribió nunca más. “Esa fabula está dedicada a Juan Rulfo”, dijo Villoro.
Destacó la maestría de Rulfo en el manejo del tiempo, del cual se inspiró García Márquez para construir frases, en las que el presente y el pasado conviven.
“El pasado que alimenta el futuro y el futuro que regresa al recuerdo. Esta forma de escribir es la que influenció a miles de escritores”, dijo.
Indicó que limitarse a concebir a Rulfo como alguien con gran oído para captar el habla y las tradiciones mexicanas es restarle méritos estéticos.
“Rulfo no es un simple espejo de la realidad, sino una reinvención de la misma”, resaltó.
La maestría de Rulfo es tanta que logra que el lector, ante la belleza de los diálogos de un campesino que jamás hablaría así, encuentre la espontaneidad y, por lo tanto, lo escrito llegue a tener una fuerza más genuina que lo vivido. Eso ha logrado la universalización de su obra, declaró.