Por: Oscar Rojas
01 de noviembre 2016.- En la época actual presenciamos una serie de supuestas verdades dadas por hecho, conceptos que no se discuten y que dejan de lado cualquier alternativa para lograr el sueño tan anhelado de todo país: desarrollo en su sentido integral y duradero.
Por ello, los conceptos de Democracia y Modelo económico son dos temas que deben introducirse en la discusión de cara al proceso electoral de 2018, ¿sólo hay un tipo de democracia? ¿cuántos modelos económicos existen? Pero sobre todo: ¿qué democracia y qué modelo económico en particular puede funcionar para la realidad mexicana?
Aquí ofrecemos brevemente las razones elementales por las cuáles vemos en la discusión de estos dos conceptos un enriquecimiento del debate público que este país necesita. Esta reflexión parte de la necesidad de un golpe de timón a esta historia reciente llena de violencia, pobreza, concentración de la riqueza e impunidad que nos aqueja a todos por igual y la cuál tiene altas probabilidades de continuar si en el 2018 dejamos las cosas como están.
Para abordar el tema de la democracia es una ventaja que el EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional) haya decidido participar en las elecciones mediante la representación de una mujer indígena como candidata independiente. Esta decisión, sin precedentes electorales pero con mucha historia de organización comunitaria, abre el panorama hacia una elección donde el discurso entre derechas e izquierdas exige una actualización: los pueblos originarios no comparten el modelo ideal del desarrollo capitalista.
La razón es simple: los indígenas de este país tienen una conciencia mayor sobre lo que significa el actual modelo económico: expropiación de tierras, violencia paramilitar y pobreza económica. El Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) parte desde una óptica distinta, la pobreza económica de la ciudad transita por canales específicos, es difícil desde el trabajo cotidiano de una jornada laboral que en la práctica llega a las 10 o 12 horas, darse cuenta de los procesos complejos de expropiación y violencia por motivos económicos que el modelo neoliberal va ejecutando a todo momento.
Lo que le interesa al pobre de ciudad es ganar más y acceder a mayores niveles de consumo. No obstante, le es difícil generar un discurso anti-capitalista porque el capitalismo es su forma de vida común, la generación actual siempre ha vivido bajo este entendimiento del país, no existe la comparación comunitaria que los pueblos originarios si tienen de forma activa.
Esto trae, por supuesto, muchos retos pues en el actual modelo democrático, lejos de permitir la participación plural, es decir, donde los intereses de la mayoría estén representados, tenemos un mecanismo que frena el clamor mayoritario, pero no sólo en términos cuantitativos, sino que con el mismo carácter, el de frenar los procesos hostiles que afectan tanto a los pueblos originarios, como a los trabajadores en campo y ciudad. Por ello, es necesario pasar de una aritmética electoral que deviene casi siempre en un cheque en blanco para usufructo de un solo grupo a la discusión democrática del modelo económico.
El Partido Revolucionario Institucional, que de revolucionario ya no le queda nada, pero tampoco de institucional ya que la corrupción e impunidad expresada en los últimos escapes de gobernadores ahora prófugos de la ley ha agotado totalmente el prestigio del partido que dominó apabullantemente durante el siglo XX.
Símbolo de este cansancio son las últimas declaraciones de Manlio Fabio Beltrones, quien después de su renuncia a la dirigencia del PRI, retorna a la vida pública mediante la propuesta de un gobierno de coalición necesaria si es que ningún partido rebasa el 42% de los votos, esta propuesta sui generis responde, en palabras del propio Manlio a una “disminución evidente de gobernabilidad”, que dicho de otra forma es el reconocimiento tácito del desgaste que el sexenio de Peña Nieto ha tenido con la desaparición de los 43 en Ayotzinapa, la crisis económica en todos sus indicadores, la corrupción e impunidad propia de la familia presidencial así como de la mayoría de los “hombres del sistema” que acompañan al PRI.
La propuesta de Manlio Fabio Beltrones deja con claridad una sola cosa: el sistema de partidos como lo conocemos está rebasado, pero es un despropósito que para intentar recomponer las cosas se plantee otro sistema político distinto. Lo que no advierte el ex presidente del PRI es que el sistema político mexicano fue brutalmente asesinado por el modelo económico dominante: el neoliberalismo.
Por tanto, el 2018 es una oportunidad para que la participación pública haga gala de procesos democráticos inéditos donde se ponga en cuestión el modelo económico general que sostiene a cualquier modelo político.
La reforma educativa, energética, de salud, entre otras, son la expresión de este modelo económico neoliberal que funciona bajo un mecanismo muy sencillo: se entrega la administración general de los recursos públicos –estratégicos o no– al control de inversores privados extranjeros. Por más que el PRI insistió en ocultar el fantasma de la privatización, usando artimañas discursivas así como francas mentiras –las cuales funcionan debido a la confusión de la mayoría de la gente así como de su pobreza– para continuar el proceso de entrega de recursos.
¿De qué sirve tener un nuevo sistema político si el modelo económico no puede ser cuestionado? ¿de qué sirve tener candidatos independientes o alternancia si estos dejan a los responsables del timón económico como monarquías absolutas a las cuales el voto de la gente no les importa? El reto es grande porque México tiene la posibilidad y la necesidad de convertir su democracia desde abajo, no desde las formas de adaptación de los partidos de siempre.
La coalición más importante que pueden realizar el EZLN y MORENA no se encuentra en su destino electoral, sino en el proceso mismo, en la importancia de otorgarle al pueblo de México una discusión donde se encuentre explícitamente el tema del modelo económico neoliberal. Queda claro que la Democracia no es sólo un sistema electoral sino un movimiento social que permite la transformación y mejora de las condiciones generales de la población.
En este espíritu es bueno recordar que lo que constituyó el cenit de la democracia ateniense fue la capacidad de contención de los propietarios y poderosos que querían pasar encima del pueblo; Pericles y Cleón, líderes de las masas populares sabían perfectamente que la concentración del poder económico más la concentración del poder político es un arma letal para el bienestar general. De tal manera, que en el propio espíritu democrático, la renovación de nuestro país debe pasar no sólo por una renovación de su sistema político sino, decididamente, a través de una renovación del sistema económico.