Por: Julián Atilano (@JulianAtilano)
El pasado miércoles el diario Reforma publicó los resultados de su encuesta nacional sobre la evaluación al Presidente de México y las preferencias electorales de la ciudadanía, realizada del 11 al 15 de enero del presente año.
Los dos resultados más relevantes fueron el incremento en la desaprobación de Peña Nieto y que Morena se encuentra en primer lugar de las preferencias del electorado. Sobre estos dos puntos reflexionaré.
Desde agosto de 2014 la aprobación de Peña Nieto se convirtió en una estrepitosa caída, tan sólo de diciembre de 2016 a enero de este año ésta pasó de 24 por ciento al 12 por ciento. Los efectos del gasolinazo también afectaron a Peña Nieto y lo convirtieron en uno de los presidentes peor evaluados de la región; incluso se encuentra debajo del Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.
El resultado de la evaluación muestra que Peña Nieto ha perdido toda legitimidad y sin ésta es muy difícil gobernar: el pacto entre gobierno y gobernados se fractura. No es suficiente la influencia que el Presidente pueda tener en el aparato burocrático o en amplios sectores de la clase política –facultades metaconstitucionales propias del presidencialismo mexicano- para mantener la estabilidad política.
Dicha fractura se observa en las preferencias electorales de la ciudadanía, ya que el partido que más ha confrontado el discurso gubernamental pasó del 22 por ciento en diciembre pasado al 27 por ciento en enero. Con ese porcentaje Morena se posiciona en el primer lugar de las preferencias frente al 24 por ciento del PAN y el 17 por ciento del PRI. En ese sentido, también el PRD aumentó del 5 al 10 por ciento en las preferencias.
Los anteriores resultados muestran que la opinión pública reconoce las diferencias entre el discurso gubernamental y los discursos alternos. Aunque esto podría plantearse en términos de derecha e izquierda, me parece que dicho reconocimiento es más claro desde las diferentes agendas programáticas de los partidos.
Por otro lado, el ascenso de Morena permite observar que el discurso de López Obrador ha generado eco en la ciudadanía. Por primera vez en la historia un partido distinto al PRI o al PAN se posiciona como preferencia nacional. Ni siquiera en el proceso electoral de 2006 el PRD obtuvo el primer lugar, lo cual es entendible ya que Morena es un partido personalista.
Pero esto no sólo es anecdótico, en términos de gobernabilidad es conveniente que las personas voten por el partido de quien gana la presidencia, ya que se obtienen ventajas o mayorías en el poder legislativo -sin olvidar la importancia de los contrapesos-.
Otro punto interesante de la encuesta señala que además del PRI y el PAN, los partidos MC, PVEM así como las propuestas independientes tuvieron una menor aprobación respecto a diciembre del año pasado. En dicho escenario no se muestran las particularidades locales o diferencias —pienso en el ascenso de Pedro Kumamoto en Jalisco—, pero sí que la elección de 2018 se definirá o eso parece entre el PAN y Morena.
Este momento coyuntural puede significar el punto de partida del proceso electoral del año próximo, en ese sentido podríamos pensar que dicha elección será muy cerrada si un porcentaje importante de la población no considera a López Obrador como una opción confiable. Pero si la inestabilidad económica continúa, el gobierno no toma decisiones que generen legitimidad y al PAN se le señala como parte de las malas decisiones del gobierno, el camino para la izquierda electoral mexicana tendrá menos obstáculos para gobernar el país.
Pensar en un proceso electoral con año y medio de anticipación es resultado de un sexenio desastroso, estamos frente a un presidente que no escucha a la ciudadanía —esto va más allá de populismos o lágrimas y manotazos histriónicos—; muchas de las decisiones que se han tomado no han sido las óptimas para los ojos de cualquiera.
No es conveniente ni posible quedarnos en lo que podría suceder y menos cuando el país está en crisis, en el amplio sentido de la palabra. Difícilmente se puede revertir la gravedad de la situación y ante eso, el interés por la influencia en la opinión pública es de gran interés. Sin caer en análisis superficiales que explican la opinión de la ciudadanía mediante “cortinas de humo”, no faltarán aquellos eventos que convoquen el interés de la ciudadanía lejos de las acciones de un gobierno en crisis.
Con la interacción virtual que se genera en las redes sociales no es sencillo imponer ciertos temas en la opinión pública, pero el hecho de que esta interacción facilite nuevos canales de comunicación permite la construcción de percepciones en menor tiempo; ante eso cualquier propuesta o idea pude tener ventaja siempre que le haga sentido a las personas. La disputa del espacio público está en juego.
Dicho lo anterior, frente a la ilegitimidad del presidente y la desaprobación de la clase política es posible modificar las fronteras políticas entre gobernantes y gobernados. La historia de la democracia en México se ha construido a partir de momentos críticos, la llave se abre cada que hay descontentos sociales y esto no sucede de forma automática. En suma, la espiral de la democracia no tiene fin, es un ideal que implica transformaciones constantes e interés y participación de la ciudadanía. No sometamos esta gran oportunidad únicamente al ejercicio de votar ni otorguemos cheques en blanco, recordemos que alternar de un partido a otro no ha sido suficiente. El futuro es el presente.