Tijuana es una gran licuadora de almas: Daniel Salinas Basave

Entre 2016 y 2017 Daniel Salinas Basave realizó una serie de cuentos hermanados en el hecho de que todos ocurrían en la frontera bajacaliforniana, con personajes tragicómicos de la calle, algunos de ellos reales. Esto le daría forma a un libro que tenía unidad temática tanto por la geografía como por un guiño entre las historias, y la presencia a veces sutil y a veces permanente del diario casi extinto El Bordo.

Estos textos que se internan en el caos social tijuanense darían como resultado el libro Juglares del Bordo, con el que obtuvo el primer lugar del Premio Literario Fundación El Libro 2017/2018, de Argentina. Autor de títulos como Días de whisky malo y Dispárenme como a Blancornelas, Daniel Salinas Basave habla en entrevista para Reverso sobre el germen y motor de su literatura.

 

Los temas de la frontera son recurrentes en tu visión.

Sí, en mis libros de ficción la fuente principal de inspiración son las calles de Tijuana o la frontera bajacaliforniana. Fui reportero década y media en esas calles, así que fue mi mayor escuela para aprender a contar historias. Entonces muchos de mis cuentos tienen que ver con eso, en un entorno extremo de violencia, de contrastes, y a veces muy oscuro, pero al que siempre trato de sacarle el sentido del humor. No quiero nunca perder la capacidad de reírme, de ser un poco irónico y retratar mucho la calle.
Hay quien me ha preguntado si escribo narcoliteratura. Nunca he escrito un cuento en donde el personaje principal sea un narco o un capo o un policía. La violencia está presente porque no la puedes ocultar. Ahorita en este momento Tijuana está calientísima, no puedes ocultar la violencia que se vive. Es algo que nos toca a todos. Pero en los cuentos están reflejados sobre todo, personajes de la calle, a menudo muy simples y en muchos casos reales.

Tu manera de hacer literatura es desde la perspectiva reporteril.

Yo le llamo cruzar furtivamente y sin pasaporte una frontera narrativa. De las historias que contaba como reportero, ahora contarlas en clave literaria. Algunas historias fueron crónicas periodísticas que se volvieron literatura. Cambia que sobre los hechos reales se entra en la mente de los personajes. Su diálogo interno, sus pensamientos, sus miedos y dudas.

¿Cómo hiciste el click en tu mente para ese cambio?

Siempre fui un lector que se ganó la vida como reportero. Siempre leía literatura, pero no pensaba que a mí me correspondiera escribirla. Asumía que me tocaba hacer periodismo, y que esa era mi vocación, mi camino de vida. A los veinticinco años me veía como un Ryszard Kapuscinski. Era mi ídolo y punto a seguir. Quería cubrir una guerra. No me imaginaba haciendo literatura. Si escribía cuentos era para mí, en una libreta, no con el afán de publicarlos. Pero por una serie de circunstancias, alineación de astros, el apoyo de mi esposa, el quedar fuera del periodismo porque me cortaron la rama, de pronto tuve mucho tiempo. Por primera vez en mi vida adulta, tuve horas disponibles para escribir, fue como si saliera una catarata de historias que tenía guardadas como reportero. Fue como cruzar la frontera, no hizo falta mucho, de pronto cambié y ya. Empezó a salir la ficción.

¿Al escribir crees que es necesario dejar constancia de la turbulencia que existe en la frontera?

Tijuana está bendita y condenada por su condición geográfica, y por ello va a ser siempre un territorio en disputa. Una zona de guerra para cualquier tipo de tráfico (drogas, armas, personas) y cualquier negocio ilícito. En estos momentos tenemos una descomunal diáspora hondureña, como en su momento tuvimos una diáspora haitiana. Todo eso independientemente de tu oficio es algo que te toca, te influye, te marca. Y al mismo tiempo dentro de toda esta violencia, caos y oscuridad, Tijuana es como una gran licuadora de almas donde encuentras historias desgarradoras pero a la vez sublimes. Historias de mucho coraje, de esperanza, superación, de gente que da lecciones de vida. Entonces a mí me gusta poder reír en medio del escenario más violento y poder ver la humanidad en medio de la peor basura.

Las eternas diásporas en la frontera han moldeado el carácter del tijuanense.

Lo más tijuanense es no ser de Tijuana. Todos somos migrantes de una u otra forma, del país o del mundo. Son como ríos de personas que llegan de muchas partes. Sin nada o con algunos sueños, y cada uno construye un crisol de mexicanidad. Hay chinos, estadounidenses, indígenas, etc. Todo eso te da una suerte de néctar extremo del México profundo, pero alejado del resto del país, tanto por la distancia como por la condición social. Es una nación alternativa. Una especie de no lugar. Un hotel de paso.

Hay quienes escriben desde el aislamiento y el silencio, pero tú vives en Tijuana. ¿Prefieres estar dentro de la licuadora para inspirarte?

Es como una canción de Fito Páez que dice “cuando vos decidís elegir la razón, yo prefiero siempre un poco de caos”.