Por: Carlos López de Alba
29 de julio de 2016.- El buen lector sabrá convivir entre el tweet y el aforismo, entre la pantalla del blog y el separador arrugado a media lectura, entre las caricias al ipad y la vuelta a la página con el dedo ensalivado… pero el romántico, el amante de la palabra, no renunciará a la delicadeza de deshacer el retractilado de un libro sin tallar sus forros o dañar sus páginas; no cambiará por nada el placer de hundir la nariz entre las hojas y aspirar el olor a tinta; apreciará hasta el agradecimiento la belleza de una plana compuesta –diseñada, decimos ahora– específicamente para leerse: los espacios en blanco, la elección tipográfica idónea y los pliegos cosidos para suscitar la experiencia de la lectura.
El valor de la letra impresa reside en el objeto en sí mismo que la contiene. Por eso hay que celebrar cada nueva y cuidada edición que aparezca, y Tierra Adentro tuvo varios editores que lo supieron hacer y lo compartieron. Como, por ejemplo, siendo deliberadamente selectivo, citando un solo número de tantos luminosos dirigidos en la época de Mónica Nepote, quien se ha empeñó en recordarnos que los objetos que tradicionalmente han intervenido en el diseño de una página –la tinta, el papel, la palabra manuscrita y los tipos móviles– no son instrumentos en desuso, representan el quehacer de un oficio, una disciplina, un arte que no se dejará de apreciar.
Tras la salida en 2011 de Fernando Fernández en la Dirección General de Publicaciones del entonces Conaculta (hoy Secretaría de Cultura), Laura Emilia Pacheco tomó el mando de uno de los lugares estratégicos de este organismo federal. El cambio vino como uno de los tantos enroques generados a partir de la designación de Consuelo Sáizar como titular del Conaculta, situación que incidió directamente en el ámbito editorial, como hace varios años no sucedía, por la sensibilidad y amplia trayectoria en el mundo de los libros por parte de un director de esta dependencia.
Laura Emilia le dio continuidad y confianza al trabajo de Nepote al frente de Tierra Adentro: se trabajó en el rediseño de la revista y le han dado a los libros del fondo editorial más visibilidad y accesibilidad en todos los sentidos, se tornó más congruente el proyecto del Programa Cultural Tierra Adentro, creado, justamente, para la difusión y promoción de la literatura escrita fuera de la ciudad de México.
Por tanto no se trató de una época de ocurrencias, sino de una visión panorámica frente a un proyecto editorial y unas ganas de hacer proyectos que trasciendan incluso a quienes los impulsan. Como aquella edición (“Anatomía de la letra. El arte de la tipografía, la caligrafía y la composición”, núm. 169, abril-mayo, 2011) a la que le dedicaron un número de la revista al placer de la letra, viniendo de una tríada (Sáizar, Pacheco, Nepote) que ha sido formada entre libros y no entre intereses políticos, a la que le interesa mucho el valor que la producción editorial y que la literatura tendrán en esta época.
A final de cuentas, esa edición de Tierra Adentro, esa época (como otras que también fueron brillantes) es un botón de muestra de la pasión por el libro y la lectura, del gusto por ese extraño placer que se llama editar.